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La última habitación de Carlos Navas


Carlos Navas nos hace entrega de su obra La última habitación

Géneros: Terror/suspenso/intriga/thriller psicológico

Un señor malvado que no tiene nada de malo, me ha dicho que me gustaría esta obra, pues hoy le doy la razón. Menuda obra de arte.

Sinopsis: Todo edificio guarda secretos.

El célebre y enigmático edificio Secret Garden, situado a las afueras de Madrid, no es una excepción. Su fachada de piedra natural y color negro azabache, esconde, tras sus paredes, la versión más siniestra e inquietante de la naturaleza humana.

Este libro recoge las llamadas telefónicas registradas en el interior del edificio Secret Garden y en zonas colindantes, durante la noche del viernes 27 de Noviembre de 2015.

Un edificio donde el mal se desata de la manera más atroz, depravada e imprevisible.

Secretos que convierten el día a día en una infame rutina.
Secretos sin escrúpulos que siembran de pánico tu existencia.
Secretos que esconden el verdadero infierno de la vida, y que perduran ocultos sin ningún tipo de castigo... hasta esta noche.

Esta noche, alguien va a descubrir esos secretos.

¿Estás preparado para conocer la verdad?

Primer punto a señalar: en su estructura macro obliga al lector a ponerse la conocida gorra de Sherlock Holmes, simplemente por su estilo narrativo original. La historia se basa en una serie de llamadas telefónicas, audios de estaciones de radio, y también comunicaciones radiales de la policía. La primera sensación que me llevé al comenzar a leer este libro, es sentirme un investigador al leer llamadas tras llamadas con sus respectivos emisores, números de teléfono, duración de las llamadas, y sus contextos. Comienzas de a poco a atar hilos de quien conoce a quien, que hacen de sus vidas, sus secretos, a que se dedican. Como si te infiltraras en la policía y leyeras un expediente entero.

Segundo punto: la obra consta de reseñas y guiños a películas conocidas, que no las diré ya que tendrán que leer el libro para averígualo.

Tercer punto: a esos lectores nerviosos que les gusta leer rápido. Si, a ti, que te pierdes del mundo sumergido en qué está sucediendo y ya quieres saber cómo termina mientras te comes las uñas. Tranquilo, lee despacio, disfrútalo. Esto se lee con clama y MUCHA ATENCIÓN. Esto no se lee, se lee y analiza, entiende la historia y enlaza los sucesos con los personajes. Y leerlo de noche, en la cama, en silencio, lo valdrá.

Para redondear la reseña, 5 estrellas, pero no es su única obra, he visto por ahí que tiene otros libros de estilos similares, pues a conocer más al autor.

Puedes adquirir sus obras en Amazon, tanto en digital, tapa blanda o tapa dura: https://rxe.me/S7D1HK

NOTA: si quieres su libro firmado con dedicatoria y con extras comunícate con él en privado y hará el envío.







Biografía: Carlos Navas Martínez-Márquez nace en Madrid un 28 de Febrero de 1974, aunque su sangre y andadura profesional se reparten entre Madrid, Las Palmas de Gran Canaria y Málaga, donde reside y trabaja actualmente. Es licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Málaga; así como administrador de "La Web del Terror", una página de facebook con contenidos relacionados con el terror, la fantasía y el género fantástico en general.


Hoja en blanco: Taller Literario

Hoja en blanco: Taller Literario: Nuestro   Taller Literario será un lugar de análisis y prácticas. No tendrá siempre un estricto formato técnico, sino que se ...

Pesadilla



Había sido una jornada normal como todos los lunes de rutina. Llegué a mi casa, puse ropa a lavar y luego vi una película. Cociné para esa noche y el día siguiente, luego decidí acostarme. Apenas me cubrí con la sábana, cerré mis ojos y calmé mi respiración. Pero lo sentí, esa sensación de guardia que me avisa lo que va a ocurrir. No sé cómo lo hacía, pero siempre antes de pasarme lo presentía — ¿O era mi miedo lo que lo generaba? No lo sé.
Otra vez lo mismo. Ya estaba cansado, desde los doce años que me sucede, y a pesar de tomármelo con más calma sigue atormentándome. Me acostumbré al miedo.
Sentía como si estuviera despierto, pero sabía que era una pesadilla. La misma pesadilla desde hace quince años. Siempre era lo mismo, estaba acostado en mi cama, con la sabana cubriendo mi rostro. Mi cuerpo estaba paralizado, no me podía mover. Sabía que era una pesadilla, porque como todas no sentía frío ni calor. El mismo sueño lúcido que se repite durante toda mi vida. Sabía perfectamente la posición de mi cuerpo, pero cada vez que me movía, simplemente estaba en la misma posición que desde el inicio. Un extraño hormigueo paseaba por todo mi cuerpo, no estaba seguro si sobre mi piel o por debajo. Tenía los ojos cerrados, pero sabía que una sombra de una silueta negra estaba parada frente a los pies de mi cama. Era como ver con los ojos cerrados. Me estiré para quitarme la sabana que me cubría, me incliné hacia la sombra, mis manos iban a donde creía que era su cuello, pero me di cuenta de que seguía acostado; inmóvil, sin ser capaz de moverme.
Me armé de voluntad; por algún motivo movilizarme requería un gran esfuerzo, pero no físico sino mental. De un sacudón volví a quitarme la sabana, sin importar que tuviera los ojos cerrados, veía la sombra a mis pies. Pero otra vez lo mismo. Cada vez que creía moverme nunca lo había hecho. Creo que fueron seis o siete veces que intenté a ahorcar esa imagen negra. Antes rogaba por despertar, pero me cansé de tenerle miedo. Ella me seguía asustando, pero en lugar de pedir “por favor despiértenme” la maldecía con todas las palabras sucias dentro del diccionario de mi mente. Quería hablar, quería gritar, pero cada vez que lo intentaba solo me escuchaba un pequeño balbuceo, como si mi boca fuera anestesiada.
Desperté; me di cuenta, ya que verdaderamente abrí mis ojos. Me quedé recuperándome, porque cada vez que me sucede lo mismo mi cuerpo queda exhausto. No sé si es la presencia de un ser del infierno, o una simple pesadilla. Pero cada vez que sucede sé que es irreal. Aún le temo confieso, pero cada vez menos. Me pregunto si algún día podré golpear a la sombra, aunque sé que no exista, solo para darme ese placer.

Imprimir tus libros en Latinoamérica


¿Vives en América y te es caro traer tus libros desde amazon? Aquí una posible solución


ATENCIÓN LECTORES Y ESCRITORES DE AMÉRICA, vengo a traerles una información de vital importancia para aquellos consumidores de Amazon. Seguramente a muchos lectores les ha pasado de querer comprar un libro por Amazon, y como saben toda América depende de Amazon.com, o sea que los libros se imprimen en Estados Unidos. Las excepciones son para Brasil, México, y Canadá, que cada país cuenta con su servidor propio. En mi caso que soy de Uruguay, un libro común y corriente puede llegar a un costo de envío de 30 dólares aproximadamente, y si buscamos alternativas de envío la variable es mínima. También sucede que si un autor decide pedir un encargo de 10 libros exista una fuerte probabilidad de que aduanas retenga la compra y posteriormente imponga un impuesto por considerarse importación. En otros países de América debe de suceder de la misma manera con números mayores o menores, todos tenemos ese inconveniente de que el libro viene desde Estados Unidos y eso lo encarece. Descubrí por una amiga de Argentina un sitio web que trabaja con varias imprentas y editoriales para la impresión de libros. Autoreseditores.com tiene un sistema de venta bajo demanda muy similar a Amazon, uno tiene que poner su obra, trabajarla en cuanto a maquetación, tapas, corrección y otros detalles de la misma manera que en Amazon, y podrá tener su libro en formato físico.





Quiero aclarar que no estoy haciendo una publicidad por parte del sitio web, solo quiero brindar una herramienta para otros escritores y que puedan cumplir su sueño de palpar su propio libro sin gastar un dinero exagerado.





ACCESIBILIDAD: autoreseditores.com tiene imprentas en algunos países:


Argentina


Colombia


España


México


Perú


Portugal


Uruguay



Estos países son los que cuentan con sus propias imprentas, por lo cual hace accesibles los libros para los lectores de su correspondiente país a precios razonables.


Cabe destacar que el precio de impresión de autoreseditores.com es mayor que el de Amazon en su versión tapa blanda, entonces para el lector español será más rentable seguir comprando en Amazon los libros en físico. Pero no quita que un escritor español pueda colocar su libro en esta plataforma para llegar a más lectores latinos. También, el escritor latino tendrá la oportunidad de comprase a si mismo varias copias que tendrán descuento por mayor, sin límites ni mínimos y poder repartir, regalar, o vender.


Ahora les presento mi caso particular para que evalúen los números.


Mi libro “30 de Febrero” lo subí hace un buen tiempo en Amazon, desde Amazon.com solicitar copias de autor tiene un valor de 2,15 dólares, y en España a 1,90 Euros. Mientras en autoreseditores.com es de 376,70 pesos, un equivalente a 10 dólares para Uruguay y 8,4 Euros para España.


Ahora, si compro en Amazon mi libro a 2,10 dólares (precio copia autor, el mínimo de venta al público es 3,58) deberé de sumar el costo de envío, el cual el más económico es de 9,98 dólares para una demora de 18 a 32 días hábiles. Nuestro libro quedaría a un costo final de 12,08 dólares. Si quisiera dejarlo a la venta al precio más bajo posible sería 3,58 dólares, yo no recibiría ganancia alguna por dejarlo al costo mínimo y el precio final quedaría en 13,56 dólares. Si uso los métodos de envío más agiles el costo es de 20,98 dólares el envío por 12 días de demora con un costo total de 59,3 dólares o un envío urgente de 2 a 5 días hábiles a 31,98 dólares. Finalizando en 76 dólares. Queda más que claro que para mí como uruguayo, no me es rentable comprar un libro físico por Amazon. Muchos dirán “bueno cómpralo digital”, pero recuerden que a muchos lectores solo les gusta leer en físico. Otra situación es el pedido de más de un libro. Si yo quisiera pedir una tanda de 5 o 10 libros, corro con el riesgo de que en aduanas me retengan la compra y me impongan impuestos.


Todo esto cambia con Autoreseditores, al tener imprenta en Uruguay solo pago 150 pesos de envío, tanto solicite un libro de otro autor, o la cantidad que quiera, no varía en el precio. Aun así podemos hacer una compra mayorista de la siguiente manera con sus descuentos.




De 15 a 49 libros tienes un descuento de 10%
De 50 a 99 libros tienes un descuento de 25%
De 100 a 199 libros tienes un descuento de 30%
De 200 a 499 libros tienes un descuento de 40%
De 500 en adelante tienes un descuento de 50%




Este último dato es para tener en cuenta en caso de que tener la intención de distribución propia, para poder vender el libro en mano al mismo precio comprado, o agregarle un costo adicional razonable, también para regalar alguna copia como obsequio y donación a una biblioteca o escuela.


Todo esto es un complemento a Amazon, una herramienta para quien vive en América de lograr su propio libro a bajo costo. Para España seguirá siendo mucho más rentable Amazon, aun así podrían ampliar su mercado a lectores de América.


En temas de costos por envío estos son en mi caso para Uruguay, cada uno puede consultar los métodos de envío para su país que serán distintos a según la zona. Si tu país no está en la lista de aquellos que cuentan con imprenta, evalúa un país vecino y quizás aun así corras con ventaja.


En cuanto a la interface para subir tu obra es similar a Amazon, todo es tu mano de obra. Las configuraciones si bien tienen menos posibilidades a trabajar con tres tamaños, no significa que baje la calidad. Internamente lo veo más sencillo, con plantillas para subir la obra y para realizar la tapa y contra portada. Un detalle de este sitio es que se pueden imprimir libros con solapas agregando más calidad, pero ese valor es personal. En cuanto al ISBN hay dos opciones:


1.- solicitar el ISBN a Autoreseditores, ellos realizan todas las gestiones correspondientes.


2.- Lo puedes solicitar por tu propia cuenta, la ventaja es que al proporcionar tú mismo el ISBN te descuentan impuestos importantes al valor unidad de cada copia.


Cada uno evaluará si solicita el ISBN a autores editores o lo hace uno mismo.




REGALIAS


En cuestión a regalías es muy sencillo, el precio tiene un costo mínimo de impresión, a ello tú le agregas las regalías que quieras, y eso será para ti en un 100%. En mi caso mi libro tiene un costo de 370 pesos, si quiero ganar 30 pesos lo coloco a 400, si quiero ganar 100, lo coloca a 470. Amazon se maneja con otro criterio como mucho sabrán, que se basa en un costo mínimo de impresión, y el agregado se reparte en porcentaje con Amazon.


En conclusión a todo, autores de América, estudien el sitio para realizar órdenes por mayor y distribuirlos. Para los autores de España, pueden abarcar más mercado al tener un producto de venta rentable para América.


Si alguien de algún país de América quiere contarnos su experiencia o detalles pueden hacerlo en el blog, informándonos entre nosotros no ayudaremos mutuamente.








Broma telefónica

Últimamente, me enteré de algo que está pasando en varios países latinos, y en este mes llegó a Uruguay. Una nueva modalidad de estafa vía telefónica. Y no es usurpando tus datos personales, hackeando tú redes sociales ni tu tarjeta de crédito. Es algo muy tonto, demasiado, pero aunque no siempre ha dado resultados para los estafadores, las pocas veces que resulta les ha venido de buen provecho, y el motivo son los bajos recursos para lograrlo: solo una llamada por teléfono.
Secuestros express es la nueva modalidad, pero tampoco lo es. Suena contradictorio, pero funciona de manera simple. Un sujeto “X” toma un número de celular, (que no es difícil de conseguir hoy en día) realiza una llamada ocultando su identidad, una llamada privada. El denominado sujeto “X” amenaza a quien atiende de “eliminar” a un familiar directo quien estaría secuestrado. Algo como “tenemos a tu madre, si no sigues mis instrucciones la mataremos”. Pero suelen llamar a esa persona o cuando está con la madre o en otro caso esta murió hace años, y hasta dando un nombre que no es. Sencillo, creo que se sobreentiende.
Básicamente, lo de bajo recursos es porque funciona como una broma, y eso se debe porque quien está del otro lado, un pelotudo al pedo, lo intenta sin mayores esfuerzo, y si sale la ficha se lleva un dinero. Bien, mayormente no funciona, ya que se han viralizado los hechos, y cuando le ocurre a alguien si no escucha gritos o alguna prueba lo desestima, más aún cuando se equivocan de nombre o familiar inexistente. Pero, siempre existe alguien, algún ingenuo (no merece llamarse tonto, es desconocimiento) el cual, come del táper. Lógicamente, juegan con la mente de uno, que sin querer dar pie e información. Por ejemplo, “Tenemos a tu hermana” y la víctima “¿A Claudia?”. Listo, le dieron información, y nosotros lo hacemos diario, solo que no nos damos cuenta. En fin, para resumir esta descripción, la víctima se ve obligada a conseguir cierto dinero y entregarlo de una manera detallada al sujeto “X”. Es entendible que esas cosas funcionan en las películas y en países de primer mundo, no en este querido y pequeño país.
Así sucedió conmigo. El 9 de julio del presente año 2018 recibí la misteriosa llamada privada. Al ver esto en mi celular, cómodo en mi sofá re al pedo, mi instinto de maldad me inspiró a jugar con el sujeto “X”. Seamos realistas, ya casi ni se usa la llamada privada, ni la llamada normal, ahora las llamadas son por WhatsApp y Facebook.

— ¿Hola? —Pregunté al recibir la llamada, procuré sonar sorpresivo.

—Tenemos a tu hermana —dijo una voz ronca, ese tipo de voz reseca, de años de vino y merca.

— ¿A quién? —Pregunté, sintiéndome un actor de telenovelas.

—A tu hermana, pelotudo. No te hagas el canchero. Me vas a dar la teca (dinero en la jerga Uruguaya) que te pido o es boleta.

—No, por favor —rogué, con tono serio, pero de verdad tenía ganas de largar una carcajada y que me escuchen todos los vecinos, lástima no tenía una cámara a mano.

—Esto es fácil loco, la teca sin llamar a la policía, media cagada que te mandes  y se la comen los peces en el Río De La Plata. ¿Entendiste? —Sonaba raro, para ser un secuestrador intentando imponer respeto, parecía leer lo que hablaba.

—No le hagan daño, no soportaría que le pase algo. No tengo mucha plata pero algo puedo conseguir

—comencé con mi intento de negocio. Pero claro, esto me lo iba a gozar.

—Quiero 30.000 pesos, no es mucho así que no te hagas el rata. Nada de billetes de mil ni retirarlo del cajero. Los vas a meter en una mochila, y en las calles que te diga. Veo un milíco y te la cago a tiros pelotudo —exigió.

Bien, se pensó que iba a conseguir 30.000 en pleno 2018 sin sacarlo de ningún cajero. Es lógico, la extracción quedaría registrada y luego los billetes identificados  por sus números de serie, pero ta, no da. ¿En qué cabeza cabe tener 30.000 pesos en efectivo sin ser en billetes de mil, no retirados de un cajero? Solamente alguien que trabaje con plata podría hacer eso, y yo laburo de reponedor en el Multiahorro, ni siendo cajero podría sacar la plata, media pila.

— ¿Y cómo hago?  —Pregunté simulando estar alterado —. No tengo esa plata, flaco, no sé, te puedo dar 500 pesos, mi compu, la moto. Pero la plata no la tengo

—Escuchame, pelotudo —(como la tiene con pelotudo) —. 30.000 pesos, no es mucho. Robate un almacén, pegale  a una vieja, me chupa un huevo como conseguís la guita, conseguila o la mato.

Se puso tensa la cosa, se estaba enojando. Capaz que sobreactué un poquito. Bien, seguiría con el plan. Mi madre se ve que me escuchó y se acercó, me vio hablando por teléfono. Con un gesto me preguntó que pasa y la silencié al llevar mi dedo índice a mis labios. La callé prácticamente mientras me cagaba de la risa.

—Dame dos horas, veo que puedo hacer, pero creo que puedo conseguir la plata.

—En una hora te llamo, no contestás y fuiste —sentenció al cortar.

— ¿Qué pasó? —Me preguntó mi madre incrédula, casi como para rezongarme a mí.

—Nada, un bobo que me llamó diciendo que tiene secuestrada a mi hermana y quiere 30.000 pesos
—le conté así por arriba.

— ¿Y le seguiste la joda? —Me preguntó de una manera más a afirmándolo.

—Claro, si ni hermana tengo, se piensa que soy gil. Es algún tarado que como está de moda pedir plata por secuestros falsos se avivó y dijo ta, me mando —conté.

—Dejate de bromitas que ya estás grandecito —me rezongó.

—Sí, ma —expresé sin mayor entusiasmo, bien como que no le voy a dar corte.

Una hora después llamaron, nuevamente, la llamada con número privado.

—Hola —dije secamente.

— ¿Tené la guita? —Preguntó apurado.

—Sí, mirá, rescaté 40.000, es más, pero yo te doy la plata, por favor no toques a mi hermana.

—Así me gusta, cooperando —se reía el payaso —. Te quiero en la terminal de Belloni, tomate un taxi, no te demorés más de media hora. Llevás la plata en una mochila colgada al hombro. Alguien te la va a robar, así va a ser, un simple robo. Yo voy a estar cuidando, veo que te mandás alguna, es levantar el teléfono y no vez más a tu hermana —cortó.

¡Qué tipo! En fin, mi broma venía a su fin. Esperé 40 minutos hasta que el teléfono sonó. El número privado, contesté con gran satisfacción, ya que mi broma estaba por concluir.

—Hola —contesté simulando estar alterado.

— ¿Dónde estás? —Me preguntó irritado.

—En la terminal de Belloni, sobre 8 de octubre.

—No te veo, y no escucho la calle de fondo. ¿Me estás tomando el pelo gil?

—No, no, tengo los auriculares del cel puestos.

— ¿Cómo estás vestido? —Preguntó recuperando el aliento, se ve que de verdad iba a pasar a robarme una mochila con supuestos 40.000 pesos.

—Sobre la vereda, el de campera negra —contesté al instante

—No hay nadie con campera negra, la concha de tu madre. ¿Llamaste a la cana?

Él estaba entre caliente y nervioso, era de esperarse, contaba con la plata y no le salió.

—No, te juro, mirá bien.

—Levantá la mano como si saludaras a alguien, dale —ordenó.

—A tu madre voy a saludar, pajero —me reí, y solté una carcajada como no recordaba haberlo hecho antes.

— ¿Qué me estás tomando el pelo salame? —Dijo irritado, y sí que lo estaba

—Dale loco, ¿te pensás que voy a comer con eso? —Lo sobré —. Ya conozco esa joda, hacésela a otro, si ni siquiera tengo hermana.

—No, ya no tenés —contestó.

—Si dale, matá a alguien que no existe. Tarado —corté finalmente.

Mandé mensajes a varios amigos contando lo que pasó, hasta en un grupo del laburo. A mí me encanta hacer estas cosas. ¿Y a quién no?
Al otro día llegué a casa, vi sobre la calle dos patrullas, tres policías fuera, mi padre bastante desganado hablando con ellos. Apuré el paso para hablar con mi padre, pero un policía se me puso en el camino. De manera cortés, pero exigente, me pidió privacidad para hablar con él. Mi madre estaba en la puerta de casa, de brazos cruzados y con ojos de loca. La conozco, estaba caliente. Al intercambiar miradas se dio media vuelta y entró ignorándome.
Quedé allí perplejo, no entendía nada, hasta que una mano en mi hombro me obligó a voltear. Un oficial me pidió hablar con él mientras apoyó sus manos en la cintura, y bajó su cabeza en un gesto de tensión. Recordé lo de ayer, pero no hice nada malo, eso entendía. Me apartó en cierta ubicación estratégica para distanciarme de mi padre, y tras un suspiro tenso comenzó a hablar.
Después de usar un vocabulario policial me explicó los detalles. La llamada de ayer fue de verdad, eran secuestradores auténticos quienes seguían los movimientos de mi padre en la última semana. El malentendido fue que mi padre tenía doble vida, yo si tenía una hermana, tenía. Por lógica tomé todo como una broma, su cuerpo apareció en una volqueta en el Cerro Norte, y al ser identificado se comunicaron con mi padre. La situación lo desbordó y se vio obligado a confesarle todo a mi madre. No pude mirar a mi padre. En realidad no sabía si sentir culpa o no. En sí, era más su responsabilidad que la mía, yo aunque supiera todo no tenía la manera de conseguir el dinero, supongo que los secuestradores desestimaron el hecho de que desconozca la doble vida de mi padre. Conociendo a mi madre, estaba en problemas, ella no estaba de acuerdo con mi broma. El oficial explicó que dado la situación yo no tenía responsabilidad legal, aunque en la manera coloquial en que me lo expresó dejó en claro que soy un idiota. En fin, no todo es lo que parece.


Destrucción - Un relato de Ps Sselton

En esta ocasión les hago entrega de un relato por parte de nuestro autor Ps Sselton. El mismo es un fragmento de su libro "Prístino"




Es el momento, cuando todo gris se pone; los sonidos del infinito universo se mezclan en un estremecedor gemido. Irrumpe en el azul cuasi eterno, aquel rosa agrisado que anuncia al blanco. Y caen, cual lágrimas congeladas, las perlas de un bajo cero.

Con fuerza arrasa el cruel aire ventoso. El pasto se quiebra al paso del viento. El río desborda por el exceso de sangre de tierra. El ser intelectual grita por el fin de su filosofía. El gato maúlla, el lobo aúlla, el perro ladra, la vaca gime, el león ruge, los loros gritan, las ratas corren… El humano llora, se lamenta, cruje sus dientes y vocifera desesperado sus penurias.

La euforia provocada por el terrible suceso eleva a las almas al último peldaño de la impotencia, se alteran las funciones normales de la perfecta creación del cuerpo. El uno, muerto por la creación del uno mismo; el hombre, muerto por la creación del hombre mismo.

Cual un enorme trompo, el viento gira sobre la ciudad y la traslada al campo.

Arrasan las arenas de la costa olas de sangre con peces muertos, ilusiones de marinos, cantos de sirenas y barcos.

Al fin, el humano logró su objetivo; su intervención lo autodestruyó.

Apocalípticamente, el mundo se desangró para siempre.

Aparece en "Prístino", Buenos Aires, Editorial Letranova, 2018.

Autor: PS Sselton Instagram: https://www.instagram.com/ps.sselton/


Reseña "Destino el retorno infinito"




Destino el retorno infinito es la primera novela de Leno Bermúdez, escritor Uruguayo y muy talentoso.



Sinopsis: Dante está decidido a recuperar a su novia. Mientras busca la forma de hacerlo, descubre que todos los eventos que lo rodean son causa de un pasado alterado intencionalmente. Así, se verá inmerso en una aventura temporal en la que no solo deberá intentar asegurar la continuidad de nuestra especie, sino que también será testigo de la versión más oscura del ser humano.





Nuestro protagonista, Dante Sloan, se verá envuelto en varios eventos que cambiarán su vida de manera rotunda. Una historia de ciencia ficción muy bien fundamentada, con un romance prometedor. Dante será capaz de viajar en el tiempo, tanto al pasado como al futuro, pero no contaré más detalles de este tema para no arruinar la sorpresa.

Cosas a destacar: Este tipo de obras son complejas de diseñar, tengo que reconocer que al tratarse de viajes en el tiempo (tema que me encanta) busco errores argumentales o bucles, cosas que esta novela no posee. Se nota el trabajo fino de nuestro autor, que no solo la ha escrito de principio a fin, sino que además la ha revisado una y otra vez sin dejar cabos sueltos. Queda en evidencia que en cada palabra le ha puesto amor y dedicación.

De mi parte, recomiendo leer la obra dos veces, ya que en la segunda lectura se hará con otro gusto.

Puedes adquirir esta obra en Amazon, tanto en su formato digital como en físico: https://rxe.me/91PZPN


Adquiere el libro dando click en la imagen



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La melodía de la venganza

La melodia de la venganza es un cuento separado en tres momentos, cuenta una historia de terror y suspenso que se desarrrola en un antiguo bar. El fantasma de una moza que murió hace años ejecutará su propio juicio en cada uno de los empleados.






Esta obra solo está disponible en digital en amazon.

La melodía de la venganza


Si alguien quiere disfrutar de esta obra en audio libro, pueden contar con una interpretación de un excelente narrador: William Franco.

Si deseas tener tu audiolibro pueden contactarlo en su instagram: https://www.instagram.com/we_franco/





Mal encuentro





Tiffany era una chica normal que vivía en el barrio Cordón, Montevideo, Uruguay. Tuvo la suerte de salir de licencia en medio de febrero, y si bien sus ingresos no permitían grandes vacaciones, ir a Buenos Aries a conocer no era algo lejos de su alcance. Abordó un Buquebus en la mañana del jueves, y llegó al mediodía siendo recibida por una prima. El encuentro fue, como se esperaban ambas, una charla de palabras cruzadas, unas tan rápidas como podían expresarlas. Llevaban diez años sin saber nada una de la otra, más que por breves mensajes de WhatsApp. Juntas fueron a la casa de su tía donde pasaron la tarde. En la noche, Tiffany paró a dormir en la casa de quien la recibió, pero apenas en la mañana, ambas ya estaban de pie para aprovechar el tiempo al máximo. Las horas fueron pasando, casi ni se percataron del paso del tiempo por lo emocionadas que estaban, para cuando dieron cuenta que el sol se había puesto. Era viernes, y tenían que disfrutarlo. Volvieron al departamento de la prima de Tiffany para arreglarse, se probaron toda la ropa que tenían, intercambiándose prendas una con la otra hasta dar en la tecla de cómo salir. Después de dos horas de intensa batalla con la moda, partieron rumbo a la zona bailable de la Costanera. Visualizaron distintos lugares desde fuera tratando de escoger el mejor, vieron uno, el cual las personas en la entrada se veían adecuadas a su estilo. Al entrar, los típicos oldies conquistaron sus oídos haciéndolas sentirse cómodas. Llegaron a la barra y entre mojito y mojito, el alcohol fue creando su efecto inhibidor. En dos horas las chicas hacían algo que creían que era bailar, pero era más un conjunto de pasos sin forma, con sonidos a risas ebrias. Entre canción y canción, dos muchachos se fijaron en ellas, a dúo fueron a buitrear ya de acuerdo con respecto a quien atacar. A Tiffany se le acercó un moreno de anchas espaldas, con la mandíbula cuadrada y una camisa abierta de tres botones que permitía ver una cadena de oro. De su prima se encargó el amigo del moreno, un rubio oxigenado al estilo alemán, con la piel tan blanca como muñeca de porcelana. Todo comenzó como lo predecible, entre baile y franeleo, algún trago más otra cosa. La temperatura aumentó entre los cuatro. Tiffany, si bien estaba ebria, sabía que esa no era su ciudad, era la mejor oportunidad de hacer algo de que lo se arrepentiría en el Uruguay. El fuego de la pasión brotó más y más entre Tiffany y el moreno, quien casi ni había consumido alcohol, o al menos no lo suficiente como para derrotarlo. Él con discreción la tomó de la mano para emprender viaje fuera del baile. Al salir, caminaron algunas calles y llegaron a un auto, un modesto Chevrolet Corsa, pero suficiente para lo que acontecería. Entraron en los asientos traseros, y entre besos y caricias fogosas, la acción comenzó, dentro del auto negro de vidrios polarizados y en la calle a oscuras. Tiffany estaba hecha una leona salvaje. Después de la previa de besos furiosos entre ambos se arrebataron partes de sus ropas, ni bien el moreno se abrió el cierre de su vaquero, ella no dudó en saborear el néctar. Comenzó a practicarle sexo oral fervientemente como si estuviera en un video porno, lo miraba a los ojos de a rato, mientras él disfrutaba como ella lo hacía. Cuando ella sintió el momento en que su miembro actuaría, lo retiró para recibir los fluidos en su rostro con una amplia sonrisa. El moreno, a pesar de haber finalizado, seguía con energías, así que la recostó sobre los asientos y la empotró con alma y energía.
A penas supo Tiffany como llegar el sábado en la mañana a lo de su prima. Tocó la puerta cerca de las 9:30, y tras una demora de siete minutos ella finalmente le abrió. Era difícil saber cuál de las dos tenía más ojeras o estaba más devastada. Tras una sonrisa cómplice, no fue necesario darse detalles para entender. Cada una a la cama, y recién a las 15:00 se levantaron, se contaron sus anécdotas, de cómo el moreno empotró a Tiffany y cómo el Alemán atendió a su prima. Sábado a la noche, las vacaciones terminaron, Tiffany partió en el Buquebus con un dolor de cabeza de los dioses, pero satisfecha del cambio de aire. Llegando el Domingo de madrugada, Montevideo, Tiffany tomó un taxi hacia su casa, y así terminaron las vacaciones.
Cuando se levantó en la mañana el dolor de cabeza continuaba, no era raro, ya no tenía 16 años como antes y las borracheras se sienten más a su edad. Limpió su casa y dejó todo pronto para comenzar sus obligaciones el lunes. Pero cuando terminó, fue directo al baño por un malestar que la tomó de sorpresa, estuvo un rato largo con fuertes vómitos. Tiffany fue a dormir después de un antiácido, se prometió no tomar tanto, pero cuando se levantó se percató de la verdad. No era necesariamente el alcohol lo que le pasó factura, tenía una gran alergia en su rostro, desde debajo del ojo derecho hasta el labio superior, jugando como un camino de hormigas, era conjunto de pequeños globos rojos e hinchados que le picaban y al rascarse más ardían, algunos segregaban un líquido extraño. En esas condiciones no iba a trabajar, así que partió en un taxi al hospital. Cuando se bajó del vehículo paró a vomitar en la calle, no sabía si era lo debilitada que la dejó la reseca o los nervios por la alergia, pero de ninguna manera se dejaría ver así ante sus conocidos. Entró a un médico de puerta que la revisó, pero él se apartó de ella, la miró con la seriedad de un juez tras resoplar. Había una mirada fría hacia ella que más nerviosa la ponía.

—Necesito que seas sincera conmigo —pidió atentamente el doctor.

—Sí, claro —contestó aterrada ella, pensando que le echaría culpa por drogas.

— ¿Tuviste relaciones sin cuidarte? —Insinuó él.
Lo blanco del rostro de Tiffany superaba la bata del doctor, sus labios jugaron del mismo color al instante, le había bajado la presión.

—Tranquila —dijo el doctor al posar la mano en su hombro —. Dime qué pasó.
Tiffany contó con detalle sus vacaciones en Buenos Aires, y cuando ella terminó, el doctor dio sentencia.

—Tienes parásitos en el rostro, que seguramente te los contagió la persona con la cual estuviste. Esos casos los reconozco muy bien, porque esos parásitos que tienes en el rostro y seguramente en tu interior, son pequeños gusanos casi imperceptibles a la vista que se encuentran en los cadáveres. Tuviste sexo con un necrófilo. Ahora necesito que hagas la denuncia para quitarte culpas legales, la necrofilia está penada, y vas a tener que demostrar que él te infectó y que no la practicaste.

El plan

Mi nombre es Óscar, y les contaré un poco de mi vida y de lo que me sucedió.

Crecí bajo el techo y la tutela exigente de mi abuela. Mi madre, que fue su hija, madre soltera y alcohólica crónica, no le costó mucho que el cáncer de hígado tocara la puerta de la muerte por su vicio. Mi novia, Caren, creció en una familia de mierda. Literalmente, una familia muy de mierda. Cuando ella tenía 13 años, su hermano mayor solía espiarla mientras se cambiaba. Su madre, adicta al juego, se gastaba lo que el honrado de su padre ganaba a duros esfuerzos. Él si era un buen hombre, pero cuando Caren cumplió 15 años su madre se suicidó, debía dinero a un pueblo, y apareció un amante de malos pasos, dueño de algunos negocios, a quien le había vaciado la cuenta del banco. Así fue como su padre, al igual que mi madre, se ahogó en el alcohol.
Jamás le hizo daño, pero no era capaz de cuidarla, menos de su degenerado, sucio, tarado, e idiota incesto de mierda de su hermano. En ese momento Caren tenía 15 y yo 17, llevábamos 3 años de relación y sabíamos lo que queríamos. Mi abuela jamás me ocasionó problemas, pero no me brindaba amor desde su rol de abuela o como madre. A veces, sentía que yo era una “obligación” bajo su cargo, y no su nieto. Aun así ella se encargó de cuidarme, me tenía siempre el ojo en la mira por si la "herencia" alcoholica de mi madre despertaba. Constantemente le contaba a mi abuela de los planes con mi novia, de conseguir trabajo cuando tuviera la mayoría de edad y formar una familia con ella. Pero, mi abuela sospechaba mucho de Caren, decía que cuando no me necesitara me daría la espalda.
Eso fue un poco de nuestra juventud, quizás un poco cliché. Dos jóvenes con vidas tormentosas, superando los obstáculos de la vida, en la travesía de ser ejemplos para nuestros hijos. Pero las cosas no son como en los cuentos de hadas o películas, las cosas malas le pasan a la gente mala, pero también a la buena. No hay nada que dictamine a quien le pueda pasar qué. En fin, hoy cumplimos 6 años de novios, más 10 de casados. Casi toda nuestra vida de recuerdos fueron juntos, nos conocíamos tan finamente que con gestos podíamos hablarnos. Muchos dirán que es lo más romántico, dulce, hermoso, sublime conexión que unen nuestros lazos hasta el infinito y más allá ida y vuelta con gastos pagos. Pero no, es aburrido, es monótono, una y otra vez comiendo la misma carne con la misma sazón por más feo que suene. Cuando cumplí 21 años y ella 18 nos casamos. No fue un plan romántico con un anillo dentro de su postre en un restaurante de alta cocina. Ni un camino de pétalos de rosas hasta la habitación para escribir con ellos “cásate conmigo”, y no es que sea mi idea por ser un romántico sin admitirlo, lo hizo el idiota y mente vacía de mi mejor amigo, y le dijeron que no.
A mi abuela lo no le gustaba Caren, lo dejaba en claro por su manera cortante y seca en su trato con ella. Aun así, Caren jamás discutió con mi abuela, y mi abuela jamás buscó incomodar a Caren. Simplemente, a mi abuela no le agradaba Caren, y mi novia soportaba eso mientras no hubiera problemas. Dos años después de casarnos, mi abuela sufrió un infarto, ya tenía 85 años y no era evitable la muerte, aunque ella era de fierro. Cuando estaba de visita mientras seguía internada, abrió los ojos buscándome, tomé su mano con delicadeza, pero la quitó, ya que la usó para señalarme.
—Caren un día te va a hacer mierda la vida —dijo con calma, pausada, y entrecortada.
Esas fueron las últimas palabras de mi querida abuela. Sí, mi abuela era una perra de collar fino, pero lo digo en serio, era la persona más desamorada, cruel, insensible, e ingrata que haya conocido. No exagero, solo le faltaba comer comida para perro y caminar en cuatro patas para ser una total perra, porque gruñir ya lo hacía cada vez que una de sus reglas no se cumplía. Y muchos pensarán que cuando una persona está por morir, olvida todo lo malo y recuerda lo bueno, pues no, mi querido amigo fanático de las historias de Disney, esas cosas no pasan. Su muerte marcó mi vida, no fue que la extrañé ni nada por el estilo, simplemente fue el día en el que decidí mi plan, mi plan de vida. Ya estaba casado con Caren,  heredé la casa de la perra de mi abuela, que para nada era una cucha de perro, y comencé una carrera.
Así pasaron los años, trabajamos, yo estudié, ella me atendía, trabajamos en equipo hasta que me recibí y conseguí un buen trabajo. Ahorré dinero como un pobretón a pesar de triplicar mis ingresos, para comprar un auto al contado. Solamente faltaba lo último del plan de mi vida, solo una cosa me separaba de la satisfacción perpetua del sueño americano, un hijo. Era solamente tener un hijo lo que me faltaba. Caren y yo salimos de vidas de mierda, nos juntamos y logramos juntos un castillo lleno de momentos felices. Estaba la casa, el auto, ahorros, los muebles, un estúpido e inútil perro de esos que parecían caniches, más pequeño que el aburrido y gordo gato de mierda que dormía todo el día y orinaba la cocina. Pero así y todo, éramos unos ejemplos a seguir de nuestros pocos allegados, al tal punto que el mejor amigo de mi esposa quería que fuéramos los padrinos de sus hijos. Cosa que no pasó porque no quiero ahijados con la cara de nada de su padre o el rostro masculino de su madre, esas dos cosas eran feas y no me imaginaba el producto de ambos. Sería horroroso, no los soportaba y los evitaba. Creo que eso eran los genes de mi abuela, ese asco por ciertas personas que aunque sepa que esté mal, no puedo negarme mí mismo lo que siento.
Lo que sucedió un día me destrozó el alma como mi perro al almohadón de mi sofá nuevo, Caren no quería tener hijos. No lo entendía, lo teníamos hablado hace tiempo, queríamos tener dos hijos hermosos y en lo posible una nena y un varón, fue una sensación tan frustrante, peor que cuando el pelado hijo de la gran puta de mi profesor rebotó mi tesis por no llevarse quien con quien la hice. Ese maldito viejo con cara de pedófilo con los ojos torcidos como si la gorda de su esposa se le sentara en la cara todos los días, me negó la tesis. Y aun así, en ese momento que Caren me dio la noticia fue peor. Ella me demostró miedo sin sentido a mi parecer, justificándose en la seriedad de mi rostro que le hizo acordar a la perra de mi abuela. Que ciertamente, días después le di la razón sin decirle, cuando me miré en el espejo, tenía sus ojos serios y temerarios, era solamente vestirme de verde para ser un coronel del ejército. La misma postura estirada sacando pecho, y un gesto de desconformidad en mis labios que era asiduo. Era como la perra de abuela, pero en masculino y más joven, y con menos motivos para ser perro.
Los días fueron pasando y pasando, recordaba la negación de mi esposa por tener hijos al igual que las últimas palabras de mi abuela. Ambos fragmentos de mi vida estaban latentes una y otra vez, generándome una impotencia tan grande como a los cinco días de comprar mi auto y querer arrancarlo para no lograrlo. Mientras día a día veía a mi abuela en mi rostro, cada estúpido y aburrido día de mierda en que me lavaba los dientes frente al espejo, comencé a sentir que ella tenía razón. Pero nada iba a cambiar mis planes, nada.
Le compré un celular nuevo a mi esposa, pero solamente era una pequeña trampa, porque ella no sabía que el celular figuraba a mi nombre, y por tal, podía acceder por la web de la compañía a una cadena de mensajes que aunque no esté el contenido, pude descifrar un patrón de mensajes. Había un ping-pong de mensajes de texto de un número que cuando lo agendé, vi en WhatsApp su foto de perfil. Era un moreno, de esos de piel tostada como si fuera hindú. Por el ancho de su espalda y lo que se veía de su medio cuerpo seguramente medía 15 cm más que yo, y apostaría a que su pene sería proporcionalmente más grande. A lo que cuál deduje fácilmente porque no quería tener hijos, no podría seguir cogiendo con ese negro, y que le siga dando como zorra en época de caza, seguramente no le dé la boca para meterse su miembro entero, y cuando la tengo en casa debe de estar como elástico estirado. Podría haber realizado una escena de macho pecho peludo, pito de hierro, barba de leñador, pero ese no es mi estilo. Decidí cambiar mi plan, y convertir toda esa frustración de los años perdidos en un acto que jamás nadie olvidaría, en algo tan épico que quizás algún escritor decida pasarlo a novela o cuento. Al estilo Saw, pero con menos sangre comencé a maquinar que haría con ella y con el Aladín de dos metros de altura.
Ella siempre hacía las compras en casa, todo lo traía ella, hasta los condones. Seguíamos teniendo relaciones a pesar de notar cierta monotonía en el sexo. Había perdido esa magia volcánica que teníamos, esa manera de quedar exhaustos como para pedir agua a señas. De todas maneras no me quedaba atrás, pensar en esa versión de metrosexual con la que salía alimentaba mi ego, y sí, cogía más de bronca que por amor. Solo que algo había algo que ella no notaba, es que yo había pinchado todos cada uno de los condones, y había cambiado sus pastillas anticonceptivas que, por fortuna, venían en frasco y no en blíster. Por suerte, ponía placebos que conseguía de un amigo médico para su investigación. Había esperado con gran paciencia que llegara el momento, y al transcurrir tres meses sucedió. Ella se levantó a las 3:00 AM a vomitar. Yo tenía claro que la había dejado embarazada, aunque claro, podría ser del otro, pero si tanto se cuida conmigo de seguro que lo hace con el otro. Era el momento del Jaque, cada 3 días le venían más vómitos, para ese momento debió de sospechar, pero yo seguí calculando mis movimientos.
Ahora bien, en ese momento estudié dos posibilidades; una, era que me dijera  que estaba embarazada, la otra que lo negara. Sea lo que sea llegaba el momento clave, podría hasta abortar, pero necesitaría asentarse unos días. Un día dije faltar a mi trabajo para hacerme un chequeo médico, y pocos días después le dije lo que le tenía planeado a la hija de puta. Le expliqué que soy estéril. Claro que fue mentira, pero su cara de póker de la muy sucia casi me hace escapar una sonrisa diabólica, era como leerle la mente. Ella creía que estaba embarazada del otro con el que se seguía escribiendo. Luego la mejor parte. En casa para ella fueron unos diez días de terror. Le crecía la panza y nada podía evitarlo, y en complicidad de mi secretaría, que para nada tuve nada con ella, desaté la mejor parte de mi plan. Un mensaje me llegó, fingí estar anonadado, le dije a mi esposa que una amiga descubrió que le pegaron el sida, y le mostré que quien creía que fue. Me mandó la foto del amante de mi esposa. Corrió al baño para ir a vomitar, le pregunté si estaba bien y que si quería ir al médico, pero no había manera de convencerla. Si les soy sincero pensé que iba a gozar ese momento, pero no fue así. Ella jamás me dijo la verdad, no pude descubrir de quien era el bebé, la muy sucia cometió suicidio por no tener el valor de decirme que ese embarazo era con otro, y que ese le pegó un supuesto sida que debió de creer que a mí también. No esperaba un acto tan cobarde de su parte, no era a lo que quería llegar. Aunque, explicarle a la policía de que esa no era mi idea se me hizo difícil cuando interrogaron a mi secretaria y contó lo de “la broma de su sida”. Ataron los cabos sueltos y se arruinó mi plan.

Nunca uno, sin el otro


Hola mi amor, ¿cómo estás? Yo bien, te he extrañado mucho, ha pasado bastante tiempo. ¿Sabes? Me pregunto si me has extrañado. Bueno, eso no importa. Nunca te olvidé, recordé durante estos tres años cada uno de tus gestos, cada detalle de tu rostro, el olor de tu piel, y como jugaba con lo suave de tu cabello entre mis manos. Sí, jamás te olvidé, y jamás lo haré. Fueron duros estos tres años sin ti, pero lo que me mantuvo vivo fue el ferviente deseo de volverte a ver, de tenerte en mis brazos y besarte hasta lo imposible, de contenerte, de tenerte, de sentir el calor de tu cuerpo sobre el mío. En fin, fueron tres años muy duros, ni te lo imaginas; la cárcel no es un lugar agradable, hay tipos muy malos allí dentro. Imagínate como me han tratado, sobre todo al tener 19 años. Me llamaron bebito; sí, lo hicieron, pero no me trataron como tal, me golpearon cada vez que podían y he llegado a estar inconsciente por varios días. En un momento dejaron de molestarme, fueron diez días, diez días muy tranquilos, hasta que decidieron hacerme su puta. Como verás, un grupo de ocho sujetos me violaron, uno en cada día, se turnaban y competían para ver quién era el primero en disfrutarme. Fue muy duro, verdaderamente vergonzoso. No tenía el valor de mirar a nadie a los ojos, más aún con la advertencia de alguien que se rio cuando me lo dijo. Dice que cuando el último de ese grupo te viola, entre los ocho asesinan a su puta. Y bueno, como verás aquí estoy, vivito y coleando. Oye, ¿qué pasa? Te estás babeando. Cierto, debe de ser por el efecto de las drogas, espera, te limpiaré. Así está mejor, quiero verte bien, sé que quieres acariciarme, pero no puedes moverte, tu sistema nervioso está interrumpido. Aprendí muchas cosas en la cárcel, un psicópata que mató a más de treinta personas me enseñó un par de trucos. Volviendo a lo de antes, ¿sabes por qué estoy con vida? Bueno, llegó el día en que el último me violaría para luego asesinarme, estaba preparado, ya lo había perdido todo, a ti, a mí, mi libertad, y mi dignidad. Pero, cuando una persona lo pierde todo, se vuelve peligrosa porque ya no tiene nada que perder, no tiene nada que temer, y eso pasó conmigo. Dentro de mi media tenía una pequeña vara de metal, cuando dejaron al sujeto solo, lo distraje con alguna conversación estúpida, le pregunté sobre qué se siente violar a un hombre, y no pudo evitar llenarse de ego al relatarme algunas de sus experiencias. Fue su error, para cuando se dio cuenta mi vara estaba dentro de su ojo, creo que llegó dentro de su cerebro por cómo se desplomó y no reaccionó. Los demás estaban fuera esperando, llamé diciendo que se desmayó, y llegaron a socorrerlo. Oh por Dios, fue genial, cuando lo dieron vuelta y lo vieron con el ojo destrozado, tres de ellos comenzaron a vomitar. Fue genial, porque ninguno de ellos quedó con vida. Maté a tres sin darme cuenta como con mi pequeña vara que la venía practicando para dar justo en el ojo. El estado que les provocó a cada uno de ellos ver un cadáver me ayudó mucho, y así que lo hice con los tres, los maté en el acto. En fin, los otros cuatro estaban tan aterrados que no entraron, supongo que verme con el rostro lleno de sangre los superó. En fin, violar hombres no los hace más hombres, creo que eran unas nenas. Lo mejor fue salir de la celda y ver al resto de los presos, se enteraron de lo que había hecho, y comenzaron a festejarme. Me sentí como un rey recién coronado. Cerca de 40 de ellos arrinconaron a los cuatro, y me pidieron que los matara, los maté de la misma manera que a los anteriores. Sí, eso pasó en el primer año. Luego me internaron él algo para gente loca, supongo yo, el tiempo era eterno allí, lleno de pastillas y drogas y sujetos de túnicas blancas haciéndome preguntas. Hablaban entre ellos como si yo no estuviera, pensaban que era un demente. De todas maneras lo soporté, fue una experiencia que me hizo quien soy ahora, pero solo lo hice porque solo hubo algo que no perdí, y fue mi esperanza de volver a verte. Recuerdo que la última vez que nos vimos fue en esa casa abandonada, querías entrar a jugar al juego de la copa. No me gustaba la idea, pero sé que esas cosas a ti te excitaban. Y bueno, accedí. ¿Lo recuerdas? Claro que lo haces, fue el último día que nos vimos, creo que no fue inteligente robar un auto y llegar en él a esa casa embrujada, pero ya ni recuerdo con que nos drogamos ese día. Te veías tan linda dentro de esa casa vieja de pisos de madera con olor a humedad, tu pálida piel brillaba como un hada en la pequeña luminosidad de la vela blanca que prendimos, que lástima que haya pasado esto. Cuando la policía entró a buscarnos nos escondimos detrás de una escalera mientras nos buscaron con sus linternas. Esos dos sujetos no nos vieron, te dije que corriéramos, que huiríamos juntos, tomé tu mano y corrí contigo tan rápido que casi te hago flotar en el aire. Ellos nos vieron, pero no nos hubieran alcanzado, no debiste dejarme allí cuando tropecé, sé que estabas aterrada, pero quería salir contigo, como siempre lo estuvimos juntos. En fin, el pasado no se puede cambiar. Ellos me atraparon mientras tú corriste, me dejaste solo, aunque nunca dejé de amarte. Recuerdo las lágrimas que gasté desde ese día, siempre dijimos nunca uno sin el otro, esa frase se desvaneció cuando corriste sin ni siquiera mirar atrás. Bueno, escapé de la cárcel para locos, tiene un nombre que no recuerdo. “Manicomio”, sí, ese es el nombre. Pero siempre te recordé mi amor, porque este sentimiento va más allá del bien y del mal. Cuando escapé busqué tu rastro, fue una tortura, descubrir que te habías mudado y hasta cambiado el nombre, y cortarte el cabello fue inteligente. Estás irreconocible, pero más hermosa que antes, creo que hasta te crecieron los pechos. Solo fue verte caminar de esa manera tan calma que te caracteriza para reconocerte, esa costumbre de morderte el labio inferior cada vez que cruzabas la calle, de prender un cigarro y en la primera calada largar el humo al instante blanco escapando de tu boca. Lo recuerdo todo de ti, todo detalle, eso me mantuvo vivo hasta ahora para verte, me siento más vivo que nunca. Fueron tres años en los que me consideré un hombre muerto. Olvidé ese detalle de que me hayas dejado ese día, lo superé, entendí que no fueras a verme, era lógico. Sé que tus padres te tenían vigilada antes y luego de ese día sería peor, sé que te mudaste en contra de tu voluntad, y que hasta la recta de tu madre te obligó a cambiar de colegio y corte de cabello. Todo eso lo comprendí de ti porque te amo Alicia. Eso sí, algo que me produjo un fuego en mi ser, fue el día que un chico te besó, alguien que si bien se veía guapo no era de tu estilo. ¿Qué pasó contigo, desde cuándo te gustan los niños buenos? Ese cabello de corte clásico y prendas pulcras, creo que es por el auto, no cualquiera tiene un Mercedes. Ah, lo olvidé, supongo que se llama Ernesto, ¿no? Sí, vamos a preguntarle. Espera, espera, no te emociones, pienso que el efecto de la droga se está yendo, mira, lo haré rápido. Ya que estás sentada y no puedes moverte te lo traeré.

Lo siento, perdón por la demora, olvidé donde lo dejé. Es que traer a una persona a la fuerza es tedioso, y decidí traer solo su cabeza, ¿la vez? Aún parece viva, ¿quieres hablarle? Hazlo vamos, no seas tímida, sé que con él no lo eras. ¿Por qué estás negando con tu cabeza? Es él, créeme, el chico de ojos celestes que tanto te gusta. Mira, deja que levante su párpado para que lo compruebes, ¿vez? Es su ojo celeste que tanto te gusta. ¿Qué? Ah, no puede ser, se le dio vuelta, me dijeron que si le cortaba la cabeza con un hacha sus ojos quedarían abiertos. Bueno, lo arruiné. ¿Quieres besarlo? Hazlo, vamos, no seas tímida, te lo acercaré, dale, no seas así, pesa y se me cansan los brazos. Oh, lo siento, no quería ponerte incómoda, pienso que es algo vergonzoso besar a tu novio delante de tu ex. Espera. ¿Ex? Pero si nunca terminamos, claro, él es el otro, era. Bueno, como siempre te dije, nunca uno sin el otro. No te preocupes, ya llamé a la policía justo cuando le corté la cabeza, creyeron que les jugué una broma, pero como dije mi nombre seguro sabrán que me escapé. Bien, será rápido, nunca uno sin el otro. Quédate quieta ¿sí? Igual no puedes moverte. Esto que estoy inyectando es un veneno letal, en treinta segundos morirás, pero no te preocupes, ahora me inyectaré yo también, déjame abrazarte, no me importa que te salga espuma de la boca. Oh, ya no puedes oírme, ya iré contigo. Nunca uno sin el otro…


Puedes ver este video donde estará su versión narrada por J.J. Zapatta, narrador y escritor 






Las consecuencias del acto

Algunas cosas no se pueden cambiar, solo superar y aceptar







Las consecuencias del acto

 

Me llamo Álvaro, soy un hombre de familia, como tú o como cualquiera. Nacido en el amor de un padre y una madre que me educaron y me criaron con amor. Mis padres se conocieron en secundaria, y al terminarla siguieron en contacto. Los años pasaron y el amor floreció entre ellos, y yo producto de él. Fui un accidente, un hermoso accidente decía mi madre, un accidente decía mi padre con humor, pero jamás se arrepintió de tener un hijo. A veces las consecuencias de un acto pueden traer resultados inesperados, y así me lo explicó mi padre, contándome en más de una ocasión, como fue que él, “germinó su semilla en mi madre”. No estaban arrepentidos, pero explicaron lo difícil que fue cuando no estaban preparados. Mi padre dejó sus estudios terciarios para ser contador, ya que necesitaba dinero, y eso lo logró con dos trabajos día a día. Cuando ya no fue necesario tener dos trabajos, se sentía viejo para retomar una carrera que dejó atrás. Siempre me dijeron, que no haga como ellos, que sea prudente. Tuve grabado eso en la frente, y gracias a ellos me recibí de abogado y comencé a trabajar a buen sueldo. Pero, siempre metemos la pata, y así la metí yo.

 Claudia, la chica que conocí en ese bar cuando me pasé de la cerveza que mi cuerpo tolera, la que me llevé a mi casa y con la que me quité todo el estrés de la semana, la que le gustaba sin condón, en especial para actos explícitos. Cometí la imprudencia que mi padre me advirtió, con carrera y estabilidad económica, pero en la mujer de peor vida que se me pudo ocurrir. ¿Qué iba a saber que era una drogadicta perdida? La mujer tenía un cuerpazo de novela para mi visión doble de alcohol, no tanto para mi visión de resaca del otro día, pero tampoco tenía quejas. En fin, ella recordó mi dirección, apareció 4 meses después, con la mano sobre su panza, y no era una hinchazón, pero sí mi culpa. Esa sensación de verla a los ojos fue eterna, su rostro cadavérico, los ojos rojos y los dientes amarillos que por suerte estaban todos a la vista, y la pierna adelantada como quien fuera una prostituta en la esquina. Me explicó que era mío y esperé que no, pero el análisis de ADN que exigí fue como si mi casa cayera en mi cabeza, iba a tener un hijo con una mujer de mala vida.

Caí desganado en la casa de mis padres, me leyeron la expresión de luto, pero quedaron en silencio esperando a que lo suelte, ellos me conocen y saben cómo tratarme. Suspiré y comencé con un “salí con mis compañeros de trabajo a tomar algo”, y luego la metida de pata, la metida de pata hasta la rodilla que ellos me advirtieron, la superé con medalla de oro. Mi padre estaba serio, se lo leía en esa sonrisa descendente, mi madre bajaba la mirada, miraba los adornos de a rato, la cocina, todo menos a mí.

— ¿Qué vas a hacer? —preguntó mi padre levantando las cejas.

—Y hacerme cargo, no tengo otra opción, voy a tener un hijo —contesté con obviedad.

Mi padre sonrió, mi madre dejó caer algunas lágrimas.

—Ese es mi hijo —gritó como si fuera un gol —. Marta, trae whisky para ambos.

—No —interrumpí —. Prometí no beber una gota de alcohol desde ese día.

Mi padre se puso serio, más bien incómodo consigo mismo. Luego sonrió y con un gesto a mi madre le negó el whisky.

—Cuando te hice en ese accidente estaba sobrio —dijo mi padre entre risas, y una palmada en mi espalda.

Luego de unos meses conocí al amor de mi vida, Lucia, el mejor accidente que pude tener. Dos visitas en la semana y me la llevaba los domingos, o algún día que la perra de la madre le servía y me obligaba a quedármela, y lo hacía con gusto. Así pasaron los años, ella tenía su cuarto en mi casa, sacó mis ojos verdes y el rubio de mi familia, era una perla que vivía en el pantano de su madre. Era una niña inteligente, decían las maestras en su escuela, educada y llena de alegría, La luz de mis ojos, lo daba todo por ella, pero un día todo se volvió gris. Una llamada a mi celular me destrozó el corazón, era la policía. Solo me preguntaron si era el padre de Lucia, y me pidieron que vaya a la comisaria con urgencia. Entre náuseas y sin saber qué pasó llegué, la noticia me dejó en shock. Lucia, con solamente 6 años, fue violada por un novio de su madre mientras ella estaba en un coma etílico. No sabía qué hacer, sabía quién era el hijo de puta que vivía con ella desde hace dos meses, los daños no solamente fueron psicológicos, también físicos por su pequeño cuerpo, pero de eso no quiero dar detalle.

—Lo voy a matar —le dije al oficial sin pensar en nada —. Lo quiero muerto al hijo de puta —grité.

—Cálmese —dijo el oficial Hernández, como si la situación fuera normal, quizás para él era algo que veía cada tanto, pero para mí usurparon el tesoro más sagrado.

— ¿Qué me calmé? —Le dije irritado tras empujarlo, aun así su gran tamaño ofreció buena resistencia.

—Caballero, no empeore las cosas, es importante que usted conserve el juicio como buen abogado que es.

— ¿Tienes hijos? —Grité muy cerca de su rostro.

—Por suerte, no —soltó sin expresión.

Lo sujeté de la camisa pronto para desahogarme con él, pero alguien puso una mano en mi espalda, para cuando me di cuenta mi pierna derecha venció por algo contundente con lo que me golpeó. Hernández dio voz de alto, y solo escuché mezcla de palabras y expresiones que la catarsis en mí no me permitió entender.

—Que lo arresten —ordenó Hernández.

Sin esposas, 2 oficiales me escoltaron a una celda compartida, sentí el chillido de la reja a mis espaldas, nunca había caído tan bajo. Cuando volteo los veo, 5 sujetos que parecían de la clase de la madre de mi hija, me clavaron los ojos en esa habitación de 5 por 5.

—Lindo traje —me señaló uno de manera sobradora, a la vez de que me di cuenta de que le faltaba el dedo menique y anular. Eso se lo hacen a los que deben dinero a mala gente, no creo que sea un accidente.

— ¿Qué hiciste? —Dijo un señor mayor sentado en un banco.

Había modulado como mi padre cuando conté mi accidente, su presencia y postura descompaginaba de los demás.

—Casi golpeo a un oficial —solté con la vista en el piso, recién había reaccionado a lo que había hecho.

—Casi —rio uno, como los demás lo acompañaron.

—Buen traje —continuó el señor mayor.

—Es abogado —intervino uno de baja estatura.

— ¿Cómo lo sabes? —Pregunté aterrado. Temía que en alguno de mis casos él me reconociera.

—Él está aquí por estafador —intervino el hombre mayor —, los reconoce solo con verlos, pero como eres idiota se lo confirmaste —continuó.

Me quedé en silencio esperando que hacían, fueron minutos eternos en intercambios de miradas en ese agujero del diablo.

—Siéntate —ordenó el hombre mayor al señalar a su lado del banco.

—No, gracias —dije serio y calmo.

—Que te sientes, dijo un moreno al empujarme de lado.

—He, basta —le señalé irritado —. No estoy de humor como para ninguno de ustedes —estaba que mataría a cada uno de ellos, todos se parecían a quien lastimó a mi hija.

—Oficial, todo está en orden —dijo el señor mayor hacia la puerta de la celda, donde estaba Hernández viendo lo que pasaba.

—No lo lastimen, es un hombre derrotado —dijo el oficial a la vez que se dio la vuelta y se marchó.

—Si te sientas, nadie te va a lastimar —me dijo el viejo —. Soy Jorge.

—Álvaro —respondí secamente.

—Acá manda Don Jorge —dijo el moreno cuando se recostó en la pared.

No me quedó otra opción, con los pasos lentos casi congelados, poco a poco tomé el lugar que me mandaron. Me quedé allí junto a al viejo Jorge, me sentía como la próxima chica del sitio. Después de 2 minutos Hernández abrió la celda, entró con una bandeja donde reposaba una pastaflora ya cortada. Los presos la recibieron con agrado mientras se repartían entre ellos. El moreno acercó la bandeja Jorge, y este tomó un trozo el cual comenzó a comer, cuando me di cuenta el moreno me presentó la bandeja a mí, serio esperaba a que tomara un pedazo.

—No, paso —dije tranquilo

— ¿No estás de humor para comer? —Preguntó Jorge con la boca llena.

—La verdad que no —dije mirando al suelo, el moreno retiró la bandeja.

—Aquí la gente no es mala, solo están pagando errores que cometieron —contó Jorge.

—Yo maté a una mujer por manejar ebrio —dijo el moreno —, me quedan 2 años.

—Giré varios cheques en blanco —dijo quién me acusó de ser abogado —. Pero jamás delaté a quienes se olvidaron de mí, varios de tus amigos con tu título, los reconozco solamente con verlos.

—No todos somos iguales —solté casi automáticamente, y me di cuenta tarde que tenía que callar mi maldita boca.

—Eso ya lo sé, el que me defendió y estaba por acusar al resto lo mataron —rio —. Un accidente —continuó al hacer el gesto de comillas con sus dedos.

—Fabio —dijo el moreno al señalar con su cabeza a uno obeso que se mantuvo callado.

—Una pelea, le rompí la rodilla a alguien sin querer y quedó sin trabajo. Tras una demanda aquí estoy.

—Dale, Fabián —soltó el moreno.

—Fabián —exigió Jorge tras su silencio

—Un exnovio robaba casas, vino a la mía cuando la policía lo buscaba y lo escondí, pagué por ser cómplice.

—No parecen tan malos —les dije a todos, olvidando por un momento en donde estaba.

—La gente comete errores cuando no piensa, usted es abogado y lo debería tener claro —contestó el moreno.

—Así que agrediste a la autoridad —intervino calmo Don Jorge, se parecía a mi padre con su calma manera de hablar.

—Estaba furioso, lo estoy —dije.

—Cuéntanos —pidió Jorge, mientras todos me observaron.

Quedé en un silencio perpetuo que pude apreciar que lo respetaron, aun así, esperaron y me dieron tiempo a hablar. Cuando me decidí a hacerlo, del solo hecho de intentar visualizar aquello que ocurrió hace poco, mi mandíbula comenzó a temblar por la angustia. Pero lo solté.

—La pareja de la madre de mi hija, la violó —fue lo que pude decir cuando caí en llantos.

Volvió el silencio, un silencio con mezcla a luto y respeto que no me imaginaba dentro de la celda, lo esperaba del idiota de Hernández.

— ¿Cuándo pasó? —Preguntó Don Jorge.

—Hace unas horas me llamaron y recién me lo dijeron aquí. Quiero matar a ese hijo de puta, quiero verlo sufrir por lo que le hizo a mi hija…

— ¿Y eso borrará su recuerdo? —Preguntó en forma de crítica el viejo Jorge.

—No, nada lo va a hacer —solté.

— ¿Cómo es su madre, cómo es tu relación con ella?

—La madre es una cualquiera con la que me acosté en una borrachera, la embaracé y bueno, me hice cargo. Pasé mi pensión, la visité cada vez que pude y siempre traté de estar con ella cuando podía, pero no estuve allí cuando pasó.

—Hombre, eres abogado —soltó el moreno —. Sabes lo que tienes que hacer.

— ¿Qué? —Pregunté irritado, mis emociones me decían venganza.

— ¿Dónde está la madre? —Preguntó el estafador.

—En un coma etílico.

—Pierdes el tiempo, conocí muchos abogados, puedes quitarle la patria potestad —agregó, y fue algo que no había pensado.

Fue un momento eterno para mí, estudié abogacía para ejercer las leyes, y olvidé que a pesar del estilo de vida de su madre, no podría tener a mi hija conmigo. Pero, ahora, con todo esto se la quitaría en nombre de la ley. Poco a poco mi carrera me obligó a reflexionar en todo lo que tenía que hacer, mi hija está viva, lastimada y herida, pero viva, y este evento la pondría bajo mi tutela.

—Yo… no lo había reflexionado —solté con una triste sonrisa.

—Míralos —señaló Don Jorge —. Todos y cada uno de nosotros que estamos en esta celda, pagamos nuestros errores, no somos malos, estamos en el infierno de los tontos.

El moreno rio de manera sobradora, creí que se burlaba de mí por cómo me miraba y se cruzaba de brazos.

—Dime —dijo el moreno —. Tú que eres alguien con un título, ¿sabes lo que le pasa a los violadores en la cárcel?

—Lo tengo más que claro —contesté calmo.

—Y sabiendo eso ibas a matarlo, para dejar a tu hija con una madre alcohólica y un padre en la cárcel, con un título de abogado, para limpiarse el culo luego de que te lo reboten —explicó el moreno.

Me dio vuelta la cabeza lo que dijo, iba a matarlo de una manera barbárica, para salvarlo de lo que le espera a una situación confirmada de quien fue el agresor.

—Supongo que me dejé llevar.

—Y trataste de atacar a un oficial que ve a personas como nosotros a diario —sonrió Don Jorge.

— ¿Por qué estás aquí? —Le pregunté de la nada. Tantas confesiones y el dueño del lugar no dijo lo que hizo.

El moreno se apartó, uno que no vi tosió, y Don Jorge se puso serio. Su rostro hostil estremeció cada uno de mis músculos, pero no me dejé intimidar, quería respuestas.

—Hace 20 años mi hermano se quedó sin trabajo y le ofrecí mi hogar. Mi esposa era una mujer de cátedra, fina, pendiente de lo que dirán los vecinos y su familia. Aun así me impuse y mi hermano quedó a mi resguardo hasta que solucionara su situación. Yo estaba todo el día fuera de casa por mi trabajo, y un día mi esposa me explica que su abuela murió y tenía que viajar. Ella se fue por varios días a otro país mientras mi hijo de 10 años se quedaba en casa con mi hermano. Yo llegaba en ese entonces agotado por la rutina, mi hermano se tomaba la delicadeza de cocinar y limpiar, yo preguntaba si estaba todo bien y ambos decían que sí, Pero un día, noté a mi hijo raro. Pensé que extrañaba a su madre y la noticia de luto lo dejó triste. Un jueves, antes de acostarme fui a la habitación de mi hijo, le pregunté si estaba bien. No lo estaba, aunque a su bisabuela la vio solo 2 veces, supuse que su muerte lo dejó mal, pero no. Tampoco la ausencia de su madre. Me contó con miedo que mi hermano salía de la ducha sin ropa, se sentaba así en el sofá, y le señalaba sus peludos genitales prometiéndole que a él le quedarían así. También explicó que lo sorprendió a su tío que lo espiaba cuando se bañaba. No llegó a nada, pero mi hijo tenía miedo, y yo siempre fuera de casa. Me di vacaciones, compré una botella de whisky importado y se la di a mi hermano, la bebió casi toda. Cuando estaba a punto lo llevé al sótano con una excusa estúpida. Allí lo golpeé en la cara, cayó sin poder levantarse por su estado etílico y lo amarré en una silla. Fui a la cocina, calenté en el fuego un cuchillo y corrí al sótano nuevamente, presenté el cuchillo delicadamente sobre su párpado, quemé su piel mientras le preguntaba que hacía con mi hijo cuando no había nadie, y solo gritaba. Le bajé los pantalones, corté sus testículos y los arrojé. Luego corté su pene y se lo puse en la boca. Después de que reaccioné a las consecuencias de mis actos, únicamente me quedaba disfrutarlo. Me quedé allí viéndolo como perdía la vida mientras se desangraba, hasta que murió.

 

Quedé helado con su relato, fue atroz lo que hizo, pero no lejos de lo que le haría.

— ¿Y tu hijo? —Pregunté sin titubear.

—No pensé en él, pensé en cómo me sentía yo, pero ya era tarde. Mi hijo escuchó los gritos y estaba en el living, cuando al fin salí, suspiré y le dije que mi hermano jamás haría daño a nadie. Llamé a la policía, a la loca de mi esposa, y aquí estoy.

—Lo siento —solo dije.

—Mi hijo lo sintió, se quedó sin padre, y su madre cuando le conté lo que hice con lujo de detalle se quitó la vida. Esa perra le importaba más su prestigio que otra cosa, sabiendo que yo no estaba se ausentó de su hijo.

— ¿Y cómo está él? —Pregunté al recordar a mi hija.

—Bien, ahora, aunque sufrió mucho. Si hubiera renunciado a una venganza sin sentido, él habría tenido a su padre y a su madre por más que sea una mujer superflua. Ahora ve a hacer las cosas bien —dijo Don Jorge.

Hernández me llamó antes de contestar algo, salí de la celda esperando atender mis responsabilidades como abogado al atacar a un oficial. Pasé a su despacho y firmé algunos papeles de denuncia.

—Es todo —dijo serio el oficial Hernández.

—Disculpe como lo traté, de verdad.

—Pudo ser peor —rio —. Supongo que hablaste con los muchachos.

— ¿Perdón?

—No cometas locuras, tiene una hija que cuidar.

Respiré hondo y salí, comencé mis trámites para quedarme con la tenencia de mi hija. Su madre tenía derecho a visitas que jamás usó, me fui con mis padres quienes cuidaban de ella cuando trabajaba. Costó explicarles toda la verdad, pero salimos adelante. Luego descubrí que Don Jorge era el padre del oficial Hernández, su hijo jamás lo abandonó en las dificultades, y agradezco a Hernández que me haya metido en esa celda, omitiera mi acto de manera legal y que cometa un error. Lo que pasó con la pareja de su madre es más que evidente. Hoy mi hija se recibió de Contadora, yo y sus abuelos lloramos de orgullo, y puedo agradecer que siempre estuve con ella. Cada acto tiene su consecuencia, una vez me equivoqué con fortuna al acostarme con su madre, pero no me equivoqué al no tomar venganza. Gracias Don Jorge.

  


El pacto con la muerte




Y allí estaba la muerte, caminando entre los humanos, sin que nadie se percate de su presencia. Era la parca, como todos conocen, de rostro esquelético, sin piel ni carne, con su túnica negra más que conocida, la cual a la altura de su estómago le jugaba de cinturón una cuerda común y corriente, donde del centro un extremo predominaba y colgaba un reloj de arena. Su capucha cubría su cabeza, o mejor dicha calavera, sin dejar ocultar su rostro, sus huecos ojos, su mandíbula y dientes al desnudo, como el tono gris apagado de todos sus huesos. Sus manos flacas y huesudas, en una de ellas se veía la guadaña que la caracteriza, y en su otra mano un pergamino, el cual al abrirlo, se extendía al suelo, continuando su trayecto como una alfombra infinita que no terminaba más. Allí estaba en orden los nombres de quienes iría a visitar, para pasar raya a su vida. La muerte paseó, pero esa ciudad que nadie conoce, se deslizaba por el suelo, ya que sus pies no se veían cubiertos por su túnica, y la manera en que su altura nunca cambiaba lo confirmaba más aún. Observó a un hombre mayor de bigote, cuya panza no le permitiría a sí mismo observar sus propios pies, serio esperando el semáforo, para cruzar la calle, de un fino traje y maletín que daba a entender que era algún empresario o ejecutivo, quizás. De pronto el señor miró su reloj, y de un momento a otro se suspendió de toda realidad, todo era negro, hasta que una cortina de niebla fue viajando por el suelo hasta sus pies, y vio a la muerte a su frente.

— ¿Quién eres? —Preguntó serio aquel señor, al engrandecerse sus ojos, e inflar su pecho como un sapo en señal de guardia.

—Soy la muerte —dijo la muerte. Su voz era escalofriante, tenía un tono que predominaba, parecía un locutor de radio, con voz de seductor y grave, pero se repetía otra más resonante y áspera en ella, que le repetía sus palabras en una pequeña fracción de segundo, esa segunda voz jugaba como su propio eco.

— ¿Y qué quieres? —Preguntó el hombre apagado como su mirada.

—No necesito decírtelo, es más que lógico, que mi presencia no es para venir a saludarte.

—Entonces me toca morir —afirmó el señor. Pero él no responder de la muerte, le hizo a sí mismo contestarse su propia pregunta. Y poco a poco la parca se acercó él, flotando entre la niebla, tomó su guadaña entre sus manos, y la atinó hacia atrás, pronto para ejecutarlo.

—NO… ESPERA —detuvo el señor —. No quiero morir —. Continuó más calmo.

—Dame un motivo para vivir —dijo la muerte.

—Yo tengo una vida, una familia, un buen trabajo. Tengo asuntos pendientes, no quiero terminar mi vida aquí —Y la muerte, sin compasión y sin contestar, lo atacó con su guadaña, y justo antes de llegar el filo en su cuello, la pesadilla se desvaneció.

El hombre volvió a la realidad, a punto de cruzar la calle, pero un dolor en su pecho no le permitió caminar más. Su brazo izquierdo se durmió, y calló al piso agonizando. Mientras las personas alrededor lo asistían, la muerte lo observaba, y cuando dejó de respirar, ella se marchó.
La parca continuó con su viaje, entró en una facultad, observó a una joven rubia de no más de 25 años, con varias carpetas abrazadas tapando su pecho. Sus Rasgos eran delicados, sus curvas pronunciadas, y al bajar por unas escaleras el proceso se repitió. Ella se suspendió de la realidad como el hombre ya mencionado, dejó caer sus carpetas, impactada de lo que pasaba, y tras un agitar la vio a la muerte, acercarse a ella.

—No —gritó ella entre llantos —. Esto tiene que ser un sueño.

—Uno del que no despertarás —contestó la muerte.

—No por favor, no… no quiero morir —dijo ella moviendo su cabeza a un lado, dando algunos pasos hacia atrás. Aterrada intentó correr, pero al dar la vuelta, la muerte también estaba allí.

—No importa que tanto corras, no hay lugar en donde esconderte de tu destino —dijo la muerte, hablaba sin mover su mandíbula huesuda.

—No quiero morir —dijo ella llorando, cayendo de rodillas mientras sujetó su cabeza con ambas manos, no aceptaba la situación. Y la muerte tomó su guadaña, atinó hacia atrás, y antes de ejecutarla, se quedó unos segundos inmóvil.

—Dame un motivo para vivir —dijo la muerte como a su anterior víctima, y lo hacía con todas.

—No quiero morir —solo dijo ella con sus ojos enrojecidos. Y la guadaña viajó hasta su cuello, y antes de su filo tocar su fina piel pálida, ella volvió a la realidad, como si nada hubiera pasado, como si nada recordara. Tras un paso en falso resbaló en un escalón, rodó sobre la escalera, y mientras dos personas se acercaron a ella, la vieron desmayada allí.

—Ve a pedir una ambulancia —dijo uno a otro, y el segundo tras salir corriendo se acercó a donde la muerte estaba parada, pero no la vio, y la traspasó como el espectro que era.

La muerte siguió su camino, estaba nuevamente en la calle, y vio a un joven de campera negra y pantalón de igual color, ya a mitad de camino cruzando la luz verde a pie. Él era de aspecto caucásico, de pómulos marcados, más su piel pálida y cabello ennegrecido, le daba cierto tono oscuro. Caminaba con toda la tranquilidad del mundo, y con sus ojos serenos, pero firmes, casi ni parpadeaba y si lo hacía, no se notaba. Allí él como a los demás fue suspendido de toda realidad, detuvo su paso, pero sin nervio alguno, bajó la mirada para presenciar la niebla que tapó sus pies, enarcó una ceja sin entender lo que sucedía, pero no demostró asombro alguno. Luego levantó la mirada a su frente, ambos se miraron uno al otro, una pausa algo incómoda, cerca de dos minutos hubo allí.

— ¿No vas a decir nada? —Preguntó la muerte con normalidad.

—Eres la muerte, no hay otra opción —contestó el joven con simpleza. No estaba claro si es que no tenía miedo a morir, o era lo que quería. Ese muchacho era tan frío que no se podía delatar sentimiento alguno, solo una extraña y calma frialdad, igual a la muerte a su frente.

—Llegó tu hora humana, hoy es el día de tu ejecución —anunció la muerte, presentando sus manos en su guadaña al atinarla hacia atrás.

—Me lo suponía, no creo que vengas a saludarme o a contarme un chiste —dijo sarcástico el joven. La muerte quedó sorprendida, si bien no tenía piel en su rostro para demostrar gesto alguno, la pausa en que permaneció con su guadaña sin moverla lo predijo. Y tras otro minuto de silencio incómodo, la muerte decidió hablar.

—Dime un motivo para vivir —dijo al fin la muerte.

—Dime un motivo para morir —contestó al instante el joven, sereno como si fuera un encuentro normal. La parca bajó su guadaña, no encontró respuesta para un humano, que reaccionó de tal manera común.

—En todos estos milenios, nadie me ha dicho algo así —dijo la muerte, calma y serena para hablar, igual que el joven a su frente.

—No sé si sentirme halagado o excéntrico, pero si tú me pides a mí un motivo para vivir, yo te pido un motivo para morir —dijo el joven, quien no cambiaba el tono de su voz, hasta se dudaría si era un robot o un ser humano, por la frialdad de sus respuestas automatizadas.

—Eres la primera persona, a la que no tengo que contestarle, postergaré esta visita para otro momento

—dijo la muerte, le perdonó la vida.

—Tomate tu tiempo —dijo el joven como si nada, ni agresivo, ni agradecido.

—A todos les llega su hora, desde que nacen comienzan a morir, yo solo doy fecha final, solo un número de años a contar.

—Lo tengo claro, pero no te preocupes. No huiré de ti, será perder el tiempo, algún día me tendrás que venir a visitar.

—Ese día llegará, hasta la próxima vez, humano —dijo la muerte, y se marchó. Para eso el joven volvió a la realidad, estaba en medio de cruzar la calle, y justo al volver volteó su rostro a un lado, tenía a un auto a punto de arrollarlo, que por milagro reaccionó, y en un trote ágil lo esquivó, aunque el espejo retrovisor golpeó y rompió en su brazo. No se llevó de ninguna herida letal. El conductor se vio impactado, estaba hablando por teléfono y distraído, no vio la luz roja que casi lo mata. No estaba claro si la muerte le salvó la vida, o simplemente decidió no matarlo.


— ¿Estás bien? —Preguntó el conductor al joven, exaltado y agitado.

—No debería hablar por teléfono mientras maneja —contestó calmo el joven, se dio la vuelta y continuó su camino, como si tal evento fuera del día a día.

Pasaron 80 años, la muerte siguió con su responsabilidad, y tras miles y miles de ejecuciones, jamás encontró a otra persona que contestara como aquel joven. Todas sus víctimas, si no suplicaban o rogaban por su vida, quedaban atónitas sin reacción posible, más algún que otro psicópata, que la recibió con agrado, esperando morir, pero ello no era motivo para perdonarle la vida a nadie. Ejecutó personas sin discriminación, edad, sexo, posición social, estado de salud, planes a futuro o no, los ejecutó sin remedio. Un día la muerte se fue hasta la camilla de un hospital, y lo vio a un anciano demacrado con equipo de respiración, ese hombre tenía más de 100 años de edad. En un momento toda realidad se desvaneció para él, como a los demás la muerte se le presentó, pero el viejo estaba de pie a su frente.

—Te tardaste mucho —dijo el anciano —. Pensé que te habías olvidado de mí —. Continuó con calma, ese anciano era el joven que una vez perdonó su vida.

—Hace mucho tiempo que no te veo, estás muy cambiado, pero de todas maneras sé quién eres —dijo la muerte.

—No te he visto desde aquella vez hace 80 años, pero sé que tú lo has hecho.

— ¿Y cómo lo sabes? —Preguntó la muerte, con un variante en su voz, que si tuviera labios diría que sonrió al decirlo.

—Fui testigo de la muerte de todos mis hijos y mis nietos, hasta de algún bisnieto, no te he visto, pero sé que te has presentado a ellos como a mí aquel día.

—Y siempre te vi tan calmo y sereno, como en el día en que te conocí.

—Yo estoy muy cambiado, me parece que estás delgado, pero en fin eres puro hueso —dijo con algo de gracia el viejo.

—Un día ejecuté a un ladrón, y me sorprendió su respuesta. Cuando le pedí un motivo para vivir, me preguntó si yo era aquel hombre que asaltó hace días atrás, me explicó que nunca temió ni se sorprendió al verlo, y se asustó de su frialdad y serenidad —contó la muerte.

—Un sujeto de barba desarreglada si no me equivoco, de ojos claros y consumido por la droga —apreció el anciano.

—Ese mismo —afirmó la muerte.

—Se asustó al verme, pero en fin, sé que vino a robarme ese día. Fue hace 50 años más o menos, si no te temí a ti, no tenía motivo para temerle a él, más aún si no te has hecho presente.

—Me confundió contigo humano, pensó que tú eras la muerte.

— ¿Le has perdonado la vida a alguien más? —Preguntó el viejo.

—A nadie, has sido la segunda persona que conocí, que deja sin respuesta a la muerte.

—¿Y quién ha sido la primera?

—Ese he sido yo milenios atrás, y tras ello, a la hora de morir me convertí en lo que soy.

—Entonces me convertiré en la muerte —concluyó el viejo.

— ¿Qué has hecho de tu vida? —Preguntó la muerte.

—No mucho, comí cuando tuve hambre, bebí cuando tuve sed, dormí cuando tuve sueño. Los médicos han dicho que he vivido hasta ahora debido a mi sano corazón, mis latidos siempre han sido calmos, sin sobresaltos algunos, y por ello mi larga vida, aunque pensé que te habías olvidado de mí.

—Jamás me olvidé de ti, solo esperé a que te llegue la hora, y fue tu temple como la mía, la que te ha dado tantos años de vida, pero todo cuerpo envejece, ni yo mismo puedo retrasar tu muerte ahora.

—Entonces a lo tuyo —solo dijo el anciano. Y la muerte atinó su guadaña, dio el golpe, y al llegar el filo a su cuello, rebanó su cabeza cayendo al suelo, mientras su cuerpo en su camilla dejó de latir. La muerte lo vio a él allí, como murió después de tanto tiempo, pero detrás de ella estaba el viejo, su alma seguía allí.

—Así que esto es lo que viene después de la vida —dijo el viejo.

—No exactamente, como yo hay otros, somos pocos, pero mantenemos el equilibrio en el mundo ejecutando a los humanos. Cada vez hay más en el mundo, y si bien somos seres atemporales, se nos hace algo arduo eliminar a la larga lista que cada uno posee. Como yo un día me convertí en lo que soy, hoy tú ocuparas la misma posición que cumplo yo. Cumplirás tu papel, como la muerte.

— ¿Alguna recomendación? —Solo preguntó el viejo.

—No tengo nada que decirte, eres igual a mí a lo que era en vida, sabrás qué hacer,  estoy seguro de que tomarás las mismas decisiones que yo, tu única diferencia será tu lista, solo los  nombres que verás anotados.

—Bien, pero esta no será mi forma, me imagino —dijo el viejo, y poco a poco cuando la muerte presentó su dedo huesudo en su frente, su cuerpo astral se prendió en fuego fatuo, un fuego azulado que consumió lo que era su carne y piel fantasmal. Y tras quedar hecho huesos, poco a poco apareció sobre él la misma túnica de quien le dio el título de la muerte, más otro reloj de arena, una guadaña, y una lista de sus ejecuciones.

—No tengo nada más que decirte, ya sabes lo que tienes que hacer —dijo la muerte.