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Broma telefónica

Últimamente, me enteré de algo que está pasando en varios países latinos, y en este mes llegó a Uruguay. Una nueva modalidad de estafa vía telefónica. Y no es usurpando tus datos personales, hackeando tú redes sociales ni tu tarjeta de crédito. Es algo muy tonto, demasiado, pero aunque no siempre ha dado resultados para los estafadores, las pocas veces que resulta les ha venido de buen provecho, y el motivo son los bajos recursos para lograrlo: solo una llamada por teléfono.
Secuestros express es la nueva modalidad, pero tampoco lo es. Suena contradictorio, pero funciona de manera simple. Un sujeto “X” toma un número de celular, (que no es difícil de conseguir hoy en día) realiza una llamada ocultando su identidad, una llamada privada. El denominado sujeto “X” amenaza a quien atiende de “eliminar” a un familiar directo quien estaría secuestrado. Algo como “tenemos a tu madre, si no sigues mis instrucciones la mataremos”. Pero suelen llamar a esa persona o cuando está con la madre o en otro caso esta murió hace años, y hasta dando un nombre que no es. Sencillo, creo que se sobreentiende.
Básicamente, lo de bajo recursos es porque funciona como una broma, y eso se debe porque quien está del otro lado, un pelotudo al pedo, lo intenta sin mayores esfuerzo, y si sale la ficha se lleva un dinero. Bien, mayormente no funciona, ya que se han viralizado los hechos, y cuando le ocurre a alguien si no escucha gritos o alguna prueba lo desestima, más aún cuando se equivocan de nombre o familiar inexistente. Pero, siempre existe alguien, algún ingenuo (no merece llamarse tonto, es desconocimiento) el cual, come del táper. Lógicamente, juegan con la mente de uno, que sin querer dar pie e información. Por ejemplo, “Tenemos a tu hermana” y la víctima “¿A Claudia?”. Listo, le dieron información, y nosotros lo hacemos diario, solo que no nos damos cuenta. En fin, para resumir esta descripción, la víctima se ve obligada a conseguir cierto dinero y entregarlo de una manera detallada al sujeto “X”. Es entendible que esas cosas funcionan en las películas y en países de primer mundo, no en este querido y pequeño país.
Así sucedió conmigo. El 9 de julio del presente año 2018 recibí la misteriosa llamada privada. Al ver esto en mi celular, cómodo en mi sofá re al pedo, mi instinto de maldad me inspiró a jugar con el sujeto “X”. Seamos realistas, ya casi ni se usa la llamada privada, ni la llamada normal, ahora las llamadas son por WhatsApp y Facebook.

— ¿Hola? —Pregunté al recibir la llamada, procuré sonar sorpresivo.

—Tenemos a tu hermana —dijo una voz ronca, ese tipo de voz reseca, de años de vino y merca.

— ¿A quién? —Pregunté, sintiéndome un actor de telenovelas.

—A tu hermana, pelotudo. No te hagas el canchero. Me vas a dar la teca (dinero en la jerga Uruguaya) que te pido o es boleta.

—No, por favor —rogué, con tono serio, pero de verdad tenía ganas de largar una carcajada y que me escuchen todos los vecinos, lástima no tenía una cámara a mano.

—Esto es fácil loco, la teca sin llamar a la policía, media cagada que te mandes  y se la comen los peces en el Río De La Plata. ¿Entendiste? —Sonaba raro, para ser un secuestrador intentando imponer respeto, parecía leer lo que hablaba.

—No le hagan daño, no soportaría que le pase algo. No tengo mucha plata pero algo puedo conseguir

—comencé con mi intento de negocio. Pero claro, esto me lo iba a gozar.

—Quiero 30.000 pesos, no es mucho así que no te hagas el rata. Nada de billetes de mil ni retirarlo del cajero. Los vas a meter en una mochila, y en las calles que te diga. Veo un milíco y te la cago a tiros pelotudo —exigió.

Bien, se pensó que iba a conseguir 30.000 en pleno 2018 sin sacarlo de ningún cajero. Es lógico, la extracción quedaría registrada y luego los billetes identificados  por sus números de serie, pero ta, no da. ¿En qué cabeza cabe tener 30.000 pesos en efectivo sin ser en billetes de mil, no retirados de un cajero? Solamente alguien que trabaje con plata podría hacer eso, y yo laburo de reponedor en el Multiahorro, ni siendo cajero podría sacar la plata, media pila.

— ¿Y cómo hago?  —Pregunté simulando estar alterado —. No tengo esa plata, flaco, no sé, te puedo dar 500 pesos, mi compu, la moto. Pero la plata no la tengo

—Escuchame, pelotudo —(como la tiene con pelotudo) —. 30.000 pesos, no es mucho. Robate un almacén, pegale  a una vieja, me chupa un huevo como conseguís la guita, conseguila o la mato.

Se puso tensa la cosa, se estaba enojando. Capaz que sobreactué un poquito. Bien, seguiría con el plan. Mi madre se ve que me escuchó y se acercó, me vio hablando por teléfono. Con un gesto me preguntó que pasa y la silencié al llevar mi dedo índice a mis labios. La callé prácticamente mientras me cagaba de la risa.

—Dame dos horas, veo que puedo hacer, pero creo que puedo conseguir la plata.

—En una hora te llamo, no contestás y fuiste —sentenció al cortar.

— ¿Qué pasó? —Me preguntó mi madre incrédula, casi como para rezongarme a mí.

—Nada, un bobo que me llamó diciendo que tiene secuestrada a mi hermana y quiere 30.000 pesos
—le conté así por arriba.

— ¿Y le seguiste la joda? —Me preguntó de una manera más a afirmándolo.

—Claro, si ni hermana tengo, se piensa que soy gil. Es algún tarado que como está de moda pedir plata por secuestros falsos se avivó y dijo ta, me mando —conté.

—Dejate de bromitas que ya estás grandecito —me rezongó.

—Sí, ma —expresé sin mayor entusiasmo, bien como que no le voy a dar corte.

Una hora después llamaron, nuevamente, la llamada con número privado.

—Hola —dije secamente.

— ¿Tené la guita? —Preguntó apurado.

—Sí, mirá, rescaté 40.000, es más, pero yo te doy la plata, por favor no toques a mi hermana.

—Así me gusta, cooperando —se reía el payaso —. Te quiero en la terminal de Belloni, tomate un taxi, no te demorés más de media hora. Llevás la plata en una mochila colgada al hombro. Alguien te la va a robar, así va a ser, un simple robo. Yo voy a estar cuidando, veo que te mandás alguna, es levantar el teléfono y no vez más a tu hermana —cortó.

¡Qué tipo! En fin, mi broma venía a su fin. Esperé 40 minutos hasta que el teléfono sonó. El número privado, contesté con gran satisfacción, ya que mi broma estaba por concluir.

—Hola —contesté simulando estar alterado.

— ¿Dónde estás? —Me preguntó irritado.

—En la terminal de Belloni, sobre 8 de octubre.

—No te veo, y no escucho la calle de fondo. ¿Me estás tomando el pelo gil?

—No, no, tengo los auriculares del cel puestos.

— ¿Cómo estás vestido? —Preguntó recuperando el aliento, se ve que de verdad iba a pasar a robarme una mochila con supuestos 40.000 pesos.

—Sobre la vereda, el de campera negra —contesté al instante

—No hay nadie con campera negra, la concha de tu madre. ¿Llamaste a la cana?

Él estaba entre caliente y nervioso, era de esperarse, contaba con la plata y no le salió.

—No, te juro, mirá bien.

—Levantá la mano como si saludaras a alguien, dale —ordenó.

—A tu madre voy a saludar, pajero —me reí, y solté una carcajada como no recordaba haberlo hecho antes.

— ¿Qué me estás tomando el pelo salame? —Dijo irritado, y sí que lo estaba

—Dale loco, ¿te pensás que voy a comer con eso? —Lo sobré —. Ya conozco esa joda, hacésela a otro, si ni siquiera tengo hermana.

—No, ya no tenés —contestó.

—Si dale, matá a alguien que no existe. Tarado —corté finalmente.

Mandé mensajes a varios amigos contando lo que pasó, hasta en un grupo del laburo. A mí me encanta hacer estas cosas. ¿Y a quién no?
Al otro día llegué a casa, vi sobre la calle dos patrullas, tres policías fuera, mi padre bastante desganado hablando con ellos. Apuré el paso para hablar con mi padre, pero un policía se me puso en el camino. De manera cortés, pero exigente, me pidió privacidad para hablar con él. Mi madre estaba en la puerta de casa, de brazos cruzados y con ojos de loca. La conozco, estaba caliente. Al intercambiar miradas se dio media vuelta y entró ignorándome.
Quedé allí perplejo, no entendía nada, hasta que una mano en mi hombro me obligó a voltear. Un oficial me pidió hablar con él mientras apoyó sus manos en la cintura, y bajó su cabeza en un gesto de tensión. Recordé lo de ayer, pero no hice nada malo, eso entendía. Me apartó en cierta ubicación estratégica para distanciarme de mi padre, y tras un suspiro tenso comenzó a hablar.
Después de usar un vocabulario policial me explicó los detalles. La llamada de ayer fue de verdad, eran secuestradores auténticos quienes seguían los movimientos de mi padre en la última semana. El malentendido fue que mi padre tenía doble vida, yo si tenía una hermana, tenía. Por lógica tomé todo como una broma, su cuerpo apareció en una volqueta en el Cerro Norte, y al ser identificado se comunicaron con mi padre. La situación lo desbordó y se vio obligado a confesarle todo a mi madre. No pude mirar a mi padre. En realidad no sabía si sentir culpa o no. En sí, era más su responsabilidad que la mía, yo aunque supiera todo no tenía la manera de conseguir el dinero, supongo que los secuestradores desestimaron el hecho de que desconozca la doble vida de mi padre. Conociendo a mi madre, estaba en problemas, ella no estaba de acuerdo con mi broma. El oficial explicó que dado la situación yo no tenía responsabilidad legal, aunque en la manera coloquial en que me lo expresó dejó en claro que soy un idiota. En fin, no todo es lo que parece.


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