Desafortunadamente, no cargaba con ninguna escopeta a mano. Tenía una 38 sobre la guantera, pero estaba tan nervioso que me costó demasiado encontrarla entre el desorden de papeles. En un momento creo que pasé por algún tipo de piedra o algo abultado que levantó mi camioneta de lado. Perdí un poco el dominio del vehículo, estuve a nada de salir del camino, pero logré recuperar el control. Logré tomar el arma, bajé la ventanilla y presenté el arma justo al momento en que esa cosa me alcanzó. Corría a la misma velocidad de la que yo conducía, pero no despegaba sus ojos de los míos. Comenzó a abrir su boca desproporcionadamente enorme mostrando sus filosos dientes amarillentos. No pude reaccionar en ese momento, me quedé paralizado de miedo. De pronto, la voz de una niña me ordenó que disparara, y sin entrar en razón de quien era lo hice...
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