Hubo una ocasión que mi padre estaba en cama por un dolor en la espalda. Apenas podía caminar. Era sábado, y me pidió por favor que me encargara de cocinar. Le dije que sí, pero para Corcho no. Mi padre lanzó una expresión sin igual, como si le estuviera robando o traicionando. Me exigió que me callara y que cocinara para tres. No le contesté, y lo ignoré. En ese momento, la puerta sonó. Yo, todo un rebelde a la orden de mi padre, abrí la puerta para ver a Corcho, pero le dije que mi padre no estaba y le cerré la puerta en la cara. Regresé a la sala, y tenía a Corcho sentado en la mesa. Parecía un truco de magia. Me observaba sonriente, como si fuese...
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