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Historias de BRUJERÍA Real 🔴MI SUEGRA NOS HIZO BRUJERIA PARA QUE NO TUVI...

—Mi madre desde hace dos meses me pide que me separe de ti —confesó mi esposa.

Quería a esa vieja crucificada cuando escuché esas palabras salir por la boca de mi esposa. Ella trató de calmarme, pero no era fácil. Incluso le mandé a decir por mi esposa que en casa no entrara nunca más.
Luego de entrar un poco razón y estar más tranquilo, mi esposa me explicó por qué su madre le dijo eso. Resulta que estaba algo mal de salud y supuestamente palabras de su madre, no quería irse a la tumba sin ver un nieto. Creyó que lo mejor para ella sería buscar a otro hombre que le hiciera un hijo. Para aquella mujer era como si mi esposa fuese una gallina a la que había que buscarle un gallo...

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Historias de BRUJERÍA Real 🔴Un POLIAMOR Y BRUJERÍA | Relatos EVD


Susana no creía en brujería, pero sí en los hechos. Y gracias a la experiencia que sufrió mi hermano que en paz descanse, y un íntimo amigo que padeció de algo similar estaba bastante interiorizado en el tema. Le marqué a Susana todo lo que le estaba pasando, pero ella decía que era casualidad. La tomé del brazo y la llevé a un espejo, la obligué a mirarse y ella se quebró en llanto. Me dolió hacerlo, pero no tenía opción.
—No eras así. Algo te está consumiendo la vida —le dije.
Susana me abrazó desconsolada, dijo que estaba cansada, que a veces no tenía ganas de vivir. Le recordé como siempre la conocí a ella. Le hice rever su vida. Cuando le pregunté qué era lo que estaba mal en su vida, ella no supo que responderme, porque no era nada. Le hice reflexionar y me dio la razón. Desde que Dani se apareció así en nuestra cita todo le salió mal. Le pedí que confiara en mí y aceptó. Dormimos lo que quedó de la noche y algo de la mañana, y al otro día le prometí que solucionaría todo. Ella confió en mí...

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Mejor amiga traicionera: descubrí la brujería que me hizo

Mi mejor amiga me hizo BRUJERÍA



Al otro día falté a trabajar y recurrí nuevamente al doctor, le hablé sobre las puntadas que sentía. Pasé todo el día por distintos estudios, pero no encontraban nada. Uno de los enfermeros me vio llorando y se tomó unos minutos para hablar conmigo. Él fue muy dulce y me escuchó con mucha atención. Le conté sobre mis dolores y que no había respuesta alguna. Él me dio más conversación y me preguntó más sobre mí, le conté que estaba por mudarme a Guadalajara, y que a mi supuesta amiga no le gustó la idea. Ese mismo chico fue el que me iluminó.
—¿No te parece raro que todo esto haya comenzado luego de la discusión? —me dijo el enfermero.
Mi mente se reinició. Cuando empecé a sacar cuentas y lo pude ver con claridad. Desde que planteé sobre mi mudanza los dolores se hicieron presentes. El comentario de Mónica fue lo que la dejó en vista.
—Corazón, a ti te hicieron algo...

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El Cadáver de la Morgue

 

El cadáver de la morgue

 

Trabajé muchos años como médico forense, tanto en el sector clínico como jurídico. Podría estar horas y horas relatando cientos de historias de los cuerpos que he visto. Para mí, esas cosas no son nada del otro mundo. Hasta aquel día pensé que lo había todo, pero nunca faltan las sorpresas. Había examinado cuerpos de todo tipo, tamaño y edad. Vi cosas atroces, horrendas, que de solo contarlas sin detalles podría horrorizar a algunos y hacer llorar a otros. A veces lo que más impactaba no era necesariamente el cadáver o su estado. Algo que podría causar impresión, al menos en los primeros años de iniciado, es la causa de muerte. Las más comunes son muerte natural o por enfermedades, infartos cardiorrespiratorios, mutilación o traumatismos por accidentes de tránsito, ahogamiento, suicidios. En esto último jugaba un papel muy importante, ya que en ocasiones se necesita un examen minucioso para diferenciar un homicidio de un suicido.

Los casos más complejos son cuando aparecen cadáveres sin un contexto que nos dé información. Ancianos que mueren en su casa hasta que alguien siente el olor luego de días, alguien tirado en la calle, un cuerpo flotando en el mar. Esas situaciones son las que nos llevan a investigar si fue asesinato premeditado u homicidio culposo, suicido, o accidente.

Todo esto que les he contado, es para que comprendan lo extraño de lo que viví. Después de 25 años de profesión, hubo un hecho en el 2004 para el que hasta hoy no encontré explicación. Por razones de ética profesional he decidido mantenerme en anonimato, al igual que el lugar donde trabajaba, aunque imagino que si dos o tres personas llegaran a oír esto sabrán quién soy.

Una noche de tormenta, acababa de recibir un cuerpo de un hombre de entre 30 y 40 años, según podía apreciar a simple vista. El cuerpo llegó completamente desnudo con diversas heridas lacerantes. Al solo observarlo, se notaba que al menos llevaba dos días de muerto. Al leer el informe, este explicaba que el cuerpo fue encontrado en un bosque por un hombre que paseaba su perro, y su mascota fue quien realizó el hallazgo. Policía científica estaba investigando la zona por posibles evidencias. Mi trabajo iba en identificar la causa de muerte, dar una hora aproximaba del momento de defunción y más detalles. Así que puse manos en obra. Por fortuna, los dedos del difunto estaban en condiciones para tomar sus huellas dactilares, así que su identificación no sería problema.

Comencé ejecutando las primeras pruebas, y al proceder con el primer corte noté una forma de sangrado algo inusual. De la manera en que su sangre brotaba, deberían de haber pasado pocas horas de su muerte, y eso contradecía el estado de su piel y la hora en que lo encontraron. Al principio lo tomé como un desafío para un estudio especial. El hombre carecía de cabello o cualquier vello púbico, si bien no era lo más común, existen personas que son lampiñas y comparten esta característica. Encontré varias heridas lacerantes con pequeños fragmentos de madera, que indicaban posible rozamiento entre árboles. En el hombro había encontrado marcas de mordida, sin duda de una persona. Extraje el ADN de la zona a fin de identificar al agresor. En un momento percibo un ruido sobre la mesa, la mano del cadáver estaba temblando, algo que aterraría a cualquiera, pero era normal que un cadáver presentara movimientos post mortem, en especial cuando sufren una muerte brutal. Lo extraño era que de acuerdo al estado de su piel, llevaba al menos dos días de muerto, como mencioné antes, pero los movimientos post mortem suceden en las primeras 24 horas. Ya tenía dos situaciones que contradecían con su piel: la sangre y el movimiento post mortem. Estudié la posibilidad de que su piel sufriera antes de morir, pero para ello debería de realizar más estudios. Me dispuse a abrir su abdomen para examinar sus órganos, y ahí fue donde empezó todo. El cadáver no tenía ombligo. Mi mente se nubló de todo, era la primera y única vez que presenciaba un abdomen sin ombligo. Claro que hubo casos donde en apariencia no había ombligo por operaciones quirúrgicas, pero esto era distinto. Al pasar mi mano sobre la zona era evidente que el ombligo nunca existió. Todo se volvía extraño, después de 25 años de carrera me encontré con algo fuera de lo normal. En ese momento recordé algunas novelas de terror que había leído en el pasado, y la ausencia de un ombligo era debido a que el ser humano no nació de un parto, sino que era un clon o creado de forma artificial. Eran las dos de la madrugada, aun así creí que esta situación merecía ser vista por alguien más antes de continuar. Dejé el cuerpo sobre la mesa, me llevé los datos que tenía y llamé a un colega sin importar la hora. Al principio se mostró furioso conmigo por la hora en que lo llamé, pero cuando le conté la situación estaba emocionado por verlo en persona. Al girarme noté un detalle. Recordaba que su rostro miraba hacia arriba, pero en ese momento miraba hacia un costado. Su cabeza comenzó a temblar. Hasta ahí solo observaba esperando a que finalice, consideraba que se trataba de los movimientos post mortem. Luego, el cuerpo exhaló. Fue inevitable asustarme, aunque se dan casos donde los pulmones contengan aire dentro y luego de ciertos procesos químicos de descomposición, este escape, pero jamás lo había visto de esa manera tan vivida. Me acerqué al cuerpo para continuar examinándolo, al tocarlo me llevé un susto más fuerte, tenía temperatura. El cuerpo de un cadáver luego de dos horas pierde su temperatura corporal normal, que es 36 a 37 grados, y pasa a temperatura ambiente, algo que al tacto se siente frío. Pero esto era extraño, recordaba que estaba frío, y en ese momento se encontraba tibio. Cierta sensación de alerta comenzó a gobernarme, el conjunto de acontecimientos que se estaban desarrollando mantenían mi mente ocupada buscando una explicación. Cuando me giré para buscar herramientas, escuché el cuerpo tumbarse en el piso. Antes de acercarme a él examiné la mesa con atención, estaba en perfectas condiciones. Salí de la habitación por un momento, ni siquiera me tomé la molestia de levantar el cadáver. Sentía miedo, aunque no lo quería demostrar, entendía que un hombre de ciencia como yo no podía dejarse engañar por cosas como esas, no lo quería aceptar. Decidí esperar a mi colega, entendía que entre dos sería mejor manejar esta situación. Luego de unos minutos él llegó. No paraba de hablar de un montón de hipótesis dado ciertos síndromes que había conocido y estudiado. Él se veía emocionado, tenía vocación por su profesión. Mi colega no dejaba de expresar sus ideas, hasta que tuve que sujetarlo con fuerza para que se callara. Cuando me miró con seriedad le expliqué de la temperatura del cadáver. Él me miró sorprendido, me dijo que era imposible y eso yo ya lo sabía. Negó totalmente lo que le dije, quería ver el cadáver. Antes de llegar le expliqué que el cadáver cayó por sí solo de la mesa, pero él contestó que seguramente lo choqué sin querer. Él se colocó su túnica y entramos a la sala. El cuerpo no estaba. Mi colega pensó que se trataba de una broma, le mostré los datos recogidos y las herramientas que había dejado en uso. Donde había caído el cadáver había una pequeña línea de sangre. Mi colega me preguntó si estaba haciendo todo esto para jugarle una broma. Trataba de explicarle la situación, le mostré la orden que recibí con el cuerpo, y lo vimos a él, sentado en un rincón. Solté mi carpeta dado el espanto, mi colega rio asegurando que era una broma, pero creo que algo en mi expresión le hizo entender que no. Él me hablaba y yo no lograba reaccionar. Se acercó hasta el cuerpo, apenas tocó su rostro y se apartó al instante, retiró la mano de él como quien ve un animal que lo pudiera morder. No me dijo nada, me pidió que salgamos. Cuando estaba más calmado me dijo que al tacto sintió temperatura elevada, como si tuviera fiebre, pero peor aún, le sintió el pulso. Dijo que en el momento que sintió su vena palpitar quitó la mano por reflejo y no se atrevió a verificar. Él me preguntaba si lo que le decía era verdad, si no había algún truco en todo esto, le juré por mi familia que no. Oímos la puerta de la sala de la morgue, abrirse, nos quedamos petrificados, éramos las únicas dos personas en el establecimiento.

Con mucho sigilo nos acercamos a la sala de la morgue, el cuerpo no estaba por ninguna parte. Al revisar las cámaras de seguridad desde que comencé a trabajar con el cuerpo lo vimos todo. El cadáver había girado su cabeza durante el examen, luego se volteó y cayó, cuando lo dejé, este se arrastró por el suelo usando únicamente sus brazos. Antes de que entremos había intentado levantarse, pero cayó sentado en el suelo en la posición en que lo encontramos. No supimos más nada del cadáver, tomamos capturas de las grabaciones y elevamos el informe a nuestros superiores. Al otro día los resultados de las huellas dactilares llegaron, no coincidían con la base de datos; en la teoría, nadie en el registro civil tenía esas huellas. Luego de eso la policía nos acusaba de robar un cadáver, pero nuestros superiores de alguna manera nos salvaron de la situación y todo quedó “aclarado”. Nos obligaron a firmar por medio de unos abogados un acuerdo de confidencialidad sobre lo sucedido a cambio de quitarnos cualquier cargo por la desaparición del cadáver. Entre mi colega y yo jamás hemos tocado el tema, él siguió trabajando mientras yo solicité mi retiro. Hoy me animo a contarlo porque ya hice mi vida y no me importan las consecuencias, espero que mi colega escuche este relato.




Pueden escuchar este relato en sus versiones narradas