El cadáver de la morgue
Trabajé muchos años como médico forense, tanto en el sector clínico como
jurídico. Podría estar horas y horas relatando cientos de historias de los
cuerpos que he visto. Para mí, esas cosas no son nada del otro mundo. Hasta
aquel día pensé que lo había todo, pero nunca faltan las sorpresas. Había
examinado cuerpos de todo tipo, tamaño y edad. Vi cosas atroces, horrendas, que
de solo contarlas sin detalles podría horrorizar a algunos y hacer llorar a
otros. A veces lo que más impactaba no era necesariamente el cadáver o su
estado. Algo que podría causar impresión, al menos en los primeros años de
iniciado, es la causa de muerte. Las más comunes son muerte natural o por
enfermedades, infartos cardiorrespiratorios, mutilación o traumatismos por
accidentes de tránsito, ahogamiento, suicidios. En esto último jugaba un papel
muy importante, ya que en ocasiones se necesita un examen minucioso para
diferenciar un homicidio de un suicido.
Los casos más complejos son cuando aparecen cadáveres sin un contexto
que nos dé información. Ancianos que mueren en su casa hasta que alguien siente
el olor luego de días, alguien tirado en la calle, un cuerpo flotando en el
mar. Esas situaciones son las que nos llevan a investigar si fue asesinato
premeditado u homicidio culposo, suicido, o accidente.
Todo esto que les he contado, es para que comprendan lo extraño de lo
que viví. Después de 25 años de profesión, hubo un hecho en el 2004 para el que
hasta hoy no encontré explicación. Por razones de ética profesional he decidido
mantenerme en anonimato, al igual que el lugar donde trabajaba, aunque imagino
que si dos o tres personas llegaran a oír esto sabrán quién soy.
Una noche de tormenta, acababa de recibir un cuerpo de un hombre de
entre 30 y 40 años, según podía apreciar a simple vista. El cuerpo llegó
completamente desnudo con diversas heridas lacerantes. Al solo observarlo, se
notaba que al menos llevaba dos días de muerto. Al leer el informe, este
explicaba que el cuerpo fue encontrado en un bosque por un hombre que paseaba
su perro, y su mascota fue quien realizó el hallazgo. Policía científica estaba
investigando la zona por posibles evidencias. Mi trabajo iba en identificar la
causa de muerte, dar una hora aproximaba del momento de defunción y más
detalles. Así que puse manos en obra. Por fortuna, los dedos del difunto
estaban en condiciones para tomar sus huellas dactilares, así que su
identificación no sería problema.
Comencé ejecutando las primeras pruebas, y al proceder con el primer
corte noté una forma de sangrado algo inusual. De la manera en que su sangre
brotaba, deberían de haber pasado pocas horas de su muerte, y eso contradecía
el estado de su piel y la hora en que lo encontraron. Al principio lo tomé como
un desafío para un estudio especial. El hombre carecía de cabello o cualquier
vello púbico, si bien no era lo más común, existen personas que son lampiñas y
comparten esta característica. Encontré varias heridas lacerantes con pequeños
fragmentos de madera, que indicaban posible rozamiento entre árboles. En el
hombro había encontrado marcas de mordida, sin duda de una persona. Extraje el
ADN de la zona a fin de identificar al agresor. En un momento percibo un ruido
sobre la mesa, la mano del cadáver estaba temblando, algo que aterraría a
cualquiera, pero era normal que un cadáver presentara movimientos post mortem,
en especial cuando sufren una muerte brutal. Lo extraño era que de acuerdo al
estado de su piel, llevaba al menos dos días de muerto, como mencioné antes, pero
los movimientos post mortem suceden en las primeras 24 horas. Ya tenía dos situaciones que contradecían con su piel: la sangre y el movimiento post
mortem. Estudié la posibilidad de que su piel sufriera antes de morir, pero
para ello debería de realizar más estudios. Me dispuse a abrir su abdomen para
examinar sus órganos, y ahí fue donde empezó todo. El cadáver no tenía ombligo.
Mi mente se nubló de todo, era la primera y única vez que presenciaba un
abdomen sin ombligo. Claro que hubo casos donde en apariencia no había ombligo
por operaciones quirúrgicas, pero esto era distinto. Al pasar mi mano sobre la
zona era evidente que el ombligo nunca existió. Todo se volvía extraño, después
de 25 años de carrera me encontré con algo fuera de lo normal. En ese momento
recordé algunas novelas de terror que había leído en el pasado, y la ausencia
de un ombligo era debido a que el ser humano no nació de un parto, sino que era
un clon o creado de forma artificial. Eran las dos de la madrugada, aun así creí que
esta situación merecía ser vista por alguien más antes de continuar. Dejé el
cuerpo sobre la mesa, me llevé los datos que tenía y llamé a un colega sin
importar la hora. Al principio se mostró furioso conmigo por la hora en que lo
llamé, pero cuando le conté la situación estaba emocionado por verlo en
persona. Al girarme noté un detalle. Recordaba que su rostro miraba hacia
arriba, pero en ese momento miraba hacia un costado. Su cabeza comenzó a
temblar. Hasta ahí solo observaba esperando a que finalice, consideraba que se
trataba de los movimientos post mortem. Luego, el cuerpo exhaló. Fue inevitable
asustarme, aunque se dan casos donde los pulmones contengan aire dentro y luego
de ciertos procesos químicos de descomposición, este escape, pero jamás lo
había visto de esa manera tan vivida. Me acerqué al cuerpo para continuar
examinándolo, al tocarlo me llevé un susto más fuerte, tenía temperatura. El
cuerpo de un cadáver luego de dos horas pierde su temperatura corporal normal,
que es 36 a 37 grados, y pasa a temperatura ambiente, algo que al tacto se
siente frío. Pero esto era extraño, recordaba que estaba frío, y en ese momento
se encontraba tibio. Cierta sensación de alerta comenzó a gobernarme, el
conjunto de acontecimientos que se estaban desarrollando mantenían mi mente
ocupada buscando una explicación. Cuando me giré para buscar herramientas,
escuché el cuerpo tumbarse en el piso. Antes de acercarme a él examiné la mesa
con atención, estaba en perfectas condiciones. Salí de la habitación por un
momento, ni siquiera me tomé la molestia de levantar el cadáver. Sentía miedo,
aunque no lo quería demostrar, entendía que un hombre de ciencia como yo no
podía dejarse engañar por cosas como esas, no lo quería aceptar. Decidí esperar
a mi colega, entendía que entre dos sería mejor manejar esta situación. Luego de
unos minutos él llegó. No paraba de hablar de un montón de hipótesis dado
ciertos síndromes que había conocido y estudiado. Él se veía emocionado, tenía
vocación por su profesión. Mi colega no dejaba de expresar sus ideas, hasta que
tuve que sujetarlo con fuerza para que se callara. Cuando me miró con seriedad
le expliqué de la temperatura del cadáver. Él me miró sorprendido, me dijo que
era imposible y eso yo ya lo sabía. Negó totalmente lo que le dije, quería ver
el cadáver. Antes de llegar le expliqué que el cadáver cayó por sí solo de la
mesa, pero él contestó que seguramente lo choqué sin querer. Él se colocó su
túnica y entramos a la sala. El cuerpo no estaba. Mi colega pensó que se
trataba de una broma, le mostré los datos recogidos y las herramientas que
había dejado en uso. Donde había caído el cadáver había una pequeña línea de
sangre. Mi colega me preguntó si estaba haciendo todo esto para jugarle una
broma. Trataba de explicarle la situación, le mostré la orden que recibí con el
cuerpo, y lo vimos a él, sentado en un rincón. Solté mi carpeta dado el
espanto, mi colega rio asegurando que era una broma, pero creo que algo en mi
expresión le hizo entender que no. Él me hablaba y yo no lograba reaccionar. Se
acercó hasta el cuerpo, apenas tocó su rostro y se apartó al instante, retiró
la mano de él como quien ve un animal que lo pudiera morder. No me dijo nada,
me pidió que salgamos. Cuando estaba más calmado me dijo que al tacto sintió
temperatura elevada, como si tuviera fiebre, pero peor aún, le sintió el pulso.
Dijo que en el momento que sintió su vena palpitar quitó la mano por reflejo y
no se atrevió a verificar. Él me preguntaba si lo que le decía era verdad, si
no había algún truco en todo esto, le juré por mi familia que no. Oímos la
puerta de la sala de la morgue, abrirse, nos quedamos petrificados, éramos las
únicas dos personas en el establecimiento.
Con mucho sigilo nos acercamos a la sala de la morgue, el cuerpo no
estaba por ninguna parte. Al revisar las cámaras de seguridad desde que comencé
a trabajar con el cuerpo lo vimos todo. El cadáver había girado su cabeza
durante el examen, luego se volteó y cayó, cuando lo dejé, este se arrastró por
el suelo usando únicamente sus brazos. Antes de que entremos había intentado
levantarse, pero cayó sentado en el suelo en la posición en que lo encontramos.
No supimos más nada del cadáver, tomamos capturas de las grabaciones y elevamos
el informe a nuestros superiores. Al otro día los resultados de las huellas
dactilares llegaron, no coincidían con la base de datos; en la teoría, nadie en
el registro civil tenía esas huellas. Luego de eso la policía nos acusaba de
robar un cadáver, pero nuestros superiores de alguna manera nos salvaron de la
situación y todo quedó “aclarado”. Nos obligaron a firmar por medio de unos
abogados un acuerdo de confidencialidad sobre lo sucedido a cambio de quitarnos
cualquier cargo por la desaparición del cadáver. Entre mi colega y yo jamás
hemos tocado el tema, él siguió trabajando mientras yo solicité mi retiro. Hoy
me animo a contarlo porque ya hice mi vida y no me importan las consecuencias,
espero que mi colega escuche este relato.
Pueden escuchar este relato en sus versiones narradas
Archivos de Horror: https://youtu.be/gzqeX8AxgkI?si=9JWS41CluHdxawEr
Voces De La Noche: https://youtu.be/-WvgSwstDkI?si=RcB6Xplv5JtwtIDe