Dolida, solo podía maldecir a aquel desgraciado que la dejó embarazada y desapareció sin dejar rastro alguno. Yo siempre fui muy devota a La Santa Muerte. Le tenía mucho respeto, y le pedía favores a mi niña blanca, pero solo cuando era muy necesario. Una noche, mientras mi esposo dormía, fui al pequeño altar que tenía y encendí una vela. Dejé unas frutas como ofrenda y le pedí mi favor. Intenté ser lo menos vengativa posible, pero el dolor que tenía dentro me lo tenía que sacar de alguna manera.
—Quiero que el sujeto que dejó embarazada a mi hija lo pague —le pedí —. Que lo pague bajo tu juicio, pero que no se quede como si nada hubiese pasado. Que tenga lo que merece.
LA SANTA MUERTE SE LLEVÓ A MI ESPOSO ABUSADOR | HISTORIAS DE TERROR
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