Acudí al convento, pero no busqué a Carmen, decidí hablar con la máxima autoridad del lugar. Mis sospechas hacia ella no solo fueron bien recibidas, también confirmadas. La madre superiora confesó que Carmen actuaba de manera extraña durante el último año, además de que agregó que mi solicitud hacia ella debió de elevarla, pero nunca lo comentó. Cuando me di cuenta, Carmen estaba a unos metros de nosotros. Nos observaba con los ojos vidriosos. La imagen de aquella joven angelical se esfumó por completo. Por un momento, vi la misma mirada de esa niña loca años atrás. La superiora le habló, Carmen ni siquiera pestañeó, y salió corriendo. Salimos tras ella pensando que cometería algún tipo de locura, le perdimos el rastro enseguida como si simplemente se hubiese esfumado. La madre superiora advirtió a las otras monjas y entre todas comenzaron a buscarla. Yo me mantuve con la madre superiora, necesitaba encontrarla y averiguar en que andaba...
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