Tras terminar de nuevo comencé a transpirar, pero me sentía realmente aliviado. La llevé a casa haciendo de cuenta que era un viernes. Lo hicimos desde la noche hasta la mañana. Quedé fundido en el agotamiento. Natasha pasó la noche allí y recién a la mañana se fue de casa. Fue la única manera de que mi situación abajo se mantuviera calma. Así duró todo el día, pero el lunes sucedió de nuevo. Ya era incómodo, dolía. La necesidad de hacerlo de nuevo llegó. Ni siquiera era de noche, no lo podía soportar más. Natasha estaba ahí en mi cabeza mientras fantaseaba con ella. Cuando llegó la hora no lo pensé dos veces y debí de recurrir a aquella calle de nuevo. Natasha no estaba por ninguna parte. Paré a la primera chica que me crucé, pero me rechazó. Ninguna de las que estaba allí quería atenderme. Transpiraba de los nervios y de la necesidad de saciarme, así que llamé a una y le dije que le pagaba el triple. Ella observó todas partes, estaba indecisa, pero se decidió a que no.
—Cuatro veces más —le dije...
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