Tardé en darme cuenta de que me comporté como un idiota en dejarme seducir por una bruja. Aunque claro, la culpa no era de ella. A mí me dieron un arma y fui yo quien disparé. Melina me notó algo incómodo, me preguntó qué me pasaba. Se me notaba demasiado la culpa. Traté de concentrarme en ella y olvidar el tema de la brujería. Solo quería avanzar y que lo nuestro fluyera. Melina me invitó a su casa, esta vez no hubo vino. Comenzamos a besarnos ni bien la puerta de su casa se cerró. Ella me guio a su habitación, el destino era claro. La recosté en la cama, las caricias y los besos se volvieron más fogosos. Cuando comencé a desvestirla se me resistió un poco. Me detuve, le pregunté si todo estaba bien. Ella contestó que sí, aunque se notaba incómoda. A pesar del momento de la pasión traté de calmarme y no continuar, pero ella fue quien avanzó. Mis manos comenzaron a recorrer su cuerpo, y cuando llegué a la zona íntima noté algo extraño...
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