La siguiente noche volvió a suceder lo mismo, con mi esposa ya comenzamos a desesperarnos. Además, tampoco era seguro para el niño andar a esas horas solo. Esta vez me levanté de la cama, y salí en dirección a la puerta haciendo el menor ruido posible y sin encender la luz. Hice esto, para evitar que el niño me escuchara y huyera. Al salir de casa lo vi en el pasillo. Estaba saltando la cuerda mientras cantaba. Lo estaba viendo de espaldas, así que con sigilo me le acerqué para sorprenderlo.
—¡Niño! —lo llamé con firmeza esperando intimidarlo.
El niño se giró con normalidad expresando una gran sonrisa, y me saludó al sacudir su mano como si nada. Lo reconocí al instante, era el nieto de la señora...
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